La presencia del premio nobel Mario Vargas Llosa en la apertura de la 37ª Edición de la Feria del Libro en nuestro país, desató una fuerte controversia entre intelectuales sobre la figura del gran escritor peruano y su rol de activista político. En las líneas que siguen, aportamos una carta abierta de uno de los integrantes de nuestro espacio
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No le quepa la menor duda que será bienvenido en Argentina. Un acontecimiento tan relevante como la Feria del Libro a celebrarse en Buenos Aires no podría privarse de tener como orador inaugural a un Nobel latinoamericano, un reconocimiento ampliamente merecido por sus méritos literarios. Sin lugar a dudas, como usted bien sabe, se trata de un país que supo tener una llegada editorial que abrazó a toda América Latina (seguramente muchos de los libros con los que usted se formó en su juventud deben haber sido editados e impresos aquí) haciendo que, pese al profundo abismo de desigualdad y diferencias (muchas de ellas artificiosas y banales) que todavía hoy nos azotan con fuerza, los hijos de esta tierra podamos contemplarnos como hermanos.
Como bien estará al tanto, viene usted a una Argentina donde en los últimos 10 años han cambiado algunas cosas. Y no me estoy refiriendo solamente a la dolorosa y ardua tarea de reconstrucción del tejido social y económico que desde la familia al Estado los argentinos hemos debido emprender luego de la Edad Oscura del discurso único y de un individualismo visceral que nos desagarró como comunidad. Estoy pensando en la recobrada pasión que, de a poco, la sociedad argentina viene mostrando, especialmente en su juventud y en los estratos del mundo intelectual, por volver a hablar y discutir de política, y en repensarla como un instrumento legítimo y válido de transformación de la realidad partir del debate y la búsqueda conjunta del bien común por los medios adecuados. Sí, ha leído usted con precisión, porque el vendaval del antropocentrismo egoísta hasta eso nos había quitado. Por lo tanto no se sorprenda por el impacto que su presencia ha causado en la opinión pública, aún por parte de aquellos que no han leído uno solo de sus libros, Ya que convengamos que su exposición pública y política, especialmente en algunos foros no precisamente literarios, no ha sido precisamente de bajo perfil.
En efecto, como bien usted sabrá, el apellido Vargas Llosa ha dejado de ser sinónimo de una literatura de excelencia, para pasar a estar asociado también a la de uno de los principales difusores del discurso dominante más ortodoxo promovido desde los principales centros del poder financiero global, totalmente afín con los objetivos de la escuela manchesteriana. En lo personal me cuesta entender y me causa una profunda pena contemplar cómo un ícono intelectual que marcó a generaciones enteras con sus diálogos de bar, que supo hundir tan profundamente la mirada en la desgarradora realidad de los sertones brasileños fines del siglo XIX o que tan lúcidamente retrató el drama de la explotación de los africanos en el Congo Belga (por entonces propiedad personal del rey Leopoldo II de Bélgica. Sí, la misma Bélgica que hoy se florea como un país desarrollado, de vanguardia y sobre todo civilizado) haya claudicado intelectualmente de manera tan indecorosa, ante un relato tan artificioso como perverso que desde su aparición a finales del siglo XVIII abrió las venas e hizo desangrar a continentes enteros y que por si acaso no se ha dado por enterado usted, sigue haciéndolo todavía hoy. Quizás, en algún momento puede que se le ocurra hacer una novela sobre los jóvenes explotados por la multinacionales textiles en el sudeste asiático, o tal vez retratar el drama de las miles de familias norteamericanas que perdieron sus casas (ganadas con años de sacrificios de generaciones enteras) durante la última crisis financiera.
¿Pero es que nos encontramos ante una gran novedad? ¿Resulta que el liberalismo es sólo un discurso de poder funcional a los intereses de los grandes conglomerados industriales y financieros (públicos y privados)? ¿Que su principal objetivo es la cooptación, en primer lugar, de las elites políticas e intelectuales (y posteriormente del resto de la población) de los países periféricos con el objetivo de que estos pueblos no logren formar una conciencia nacional, elemento estructural para pensar posteriormente en su desarrollo? ¿Que los países actualmente considerados como desarrollados llevaron adelante, durante su proceso de industrialización, políticas proteccionistas centradas en su mercado interno antes de ser ávidos impulsores del librecambio? ¿Acaso usted no sabía todo esto? Pero si se ha declarado usted un admirador de la literatura argentina y esta situación en particular fue denunciada y analizada sagazmente por escritores de la talla de Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche, Juan José Hernández Arregui. Pero claro, si usted es un admirador de las plumas de Domino F. Sarmiento (ejemplo palmario de la cooptación intelectual de la que hablaba más arriba) y de Jorge Luis Borges (vaya personalidad polémica, todo un ejemplo de erudición profundamente inculta), entiendo su manera de pensar
Finalmente, una última aclaración. En una nota publicada por el Diario Clarín el día 06/03/2011 usted hace mención a cierto "...espíritu piquetero que no acaba de desaparecer y que incluso contamina a cierto medio intelectual" , permítame decirle que el fenómeno de los piquetes (que comenzaron a mediados de la década del '90 con cortes de rutas nacionales en provincias del interior de Argentina) fueron una consecuencia directa de la devastación económica (en este caso de la privatización de grandes empresas energéticas nacionales) causada por las políticas que usted desde sus tribunas auspicia y defiende tan ardorosamente,
En fin, no quisiera extenderme demasiado, simplemente quería expresarle que una persona como usted que supuestamente defiende el debate y el intercambio de ideas debería mirar con entusiasmo la polémica que ha provocado su convocatoria, reflejo de una sociedad activamente comprometida con la política y que está tratando de sepultar zonceras intelectuales tales como "el fin de la historia" o "el discurso único". Estoy seguro (que a pesar de sus, cuando menos, hirientes opiniones sobre nosotros), nunca estuvo en el ánimo de los argentinos cercenar su libertad de expresión y de opinión. Simplemente queríamos, con profundo pesar, expresarle que respetamos al escritor, en la medida en que no confunda esta figura con la del propagandista y militante de un proyecto político y económico que supo confundir el egoísmo con virtud, un proyecto con el cual deberemos de estar profundamente en desacuerdo.
(*) Licenciado en Ciencia Política. Analista Político de la Fundación para la Integración Federal
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