Mi extrañado padre, hombre bueno, trabajador y cabrón, de quien Angus Mac Gyver podría haber sido un aprendiz (perdón a los milenials y centenials que tal vez por error lleguen a estas líneas), solía afirmar que “todo resulta más sencillo si se cuenta con las herramientas adecuadas”. En su lógica vital, esa que se estructuraba a partir de la funcionalidad de las cosas, se empeñaba en que el suscripto comprendiera la diferencia en trabajar, por ejemplo, con una llave tubo o una simple pinza. Pero también, tal vez sin saberlo del todo, me inculcaba sobre un mundo mucho más basto que el de los fierros: imaginar la explicación de ciertas formas de vida comunitaria sin contar con los elementos que nos permitan comprender lo que sucede a nuestro alrededor, redundaría en una especie de abordaje inútil y sinsentido.
Algo de todo ello suelen reivindicar los gobiernos de estos confines del mundo cuando se instalan en el poder. Muchos de ellos, imbuidos de cierta lógica fundacional, suelen pedir apoyos extraordinarios para implementar medidas del mismo tenor, las cuales nos llevarían a un camino de desarrollo, en estos días, de libertad al palo. Y no son pocos los sectores políticos no oficialistas (opositores a veces queda un poco grande en la conceptualización) que, en función de ser consecuentes con cierto espíritu de época, aceptan gustosos apoyar muchas propuestas que hasta ayer desechaban, en nombre de otorgar las herramientas que el oficialismo necesita. Pasen y vean. Recorrido por el primer (y demorado) éxito legislativo libertario. Sean todos bienvenidos (y bienvenidas) al tren.
La semana comenzó con la expectativa y con la indudable certeza del conjunto del sistema político de que el proyecto de Ley Bases sería aprobado por el pleno de la Cámara de Diputados. Comparado con el extenso período de discusión previo, las dudas fueron rápidamente zanjadas y el resultado dejó tres certezas establecidas: los números de apoyo y rechazo fueron relativamente similares de aquel momento en que obtuvo media sanción, la primera minoría que encarna Unión por la Patria pudo mantener la unidad de bloque y los sectores opo oficialistas salieron rápidamente a declarar que desde ahora el gobierno de Javier Milei contaba con las herramientas para poner en marcha la gestión.
Con Miguel Angel Pichetto como máxima referencia de esa línea argumental, coincidente con lo declamado por el presidente Javier Milei pocas horas después, a los cuales se suman un conjunto de partidos menores y un desvencijado PRO, los dichos se complementan con la idea de que ya no hay más excusas para poner en marcha la gestión.
Desde estos sectores tensionan de una manera relativamente sencilla: si la experiencia sale bien, dirán que le dieron la gobernabilidad necesaria. Si sale mal, se aplicará el reproche de que el problema es gobierno y no mucho más, no sea cosa que las ondas expansivas alcancen a los aliados.
De los párrafos anteriores se desprenden un grupo de preguntas que por sencillas no dejan de ser inquietantes. La primera. ¿Para qué tiene las herramientas el gobierno y qué entra en el menú?
De lo votado, y de lo realizado en la gestión en estos seis meses, que va en una vinculación directa con el DNU 70/23, en el corto plazo, las facultades delegadas para hacer a piaccere por parte del primer mandatario durante un año y el desguace institucional con la eliminación de múltiples organismos de control y la privatización de algunas empresas públicas, parecen ser las perlitas de la gestión. En línea con esto, pero más largo en el tiempo, el RIGI se proyecta como un baldón para el trabajo silencioso de miles de pequeñas y medianas empresas que no tendrán los mismos beneficios impositivos por las inversiones que pudieran realizar, si es que tuvieran margen.
La reimposición del impuesto a las ganancias para los trabajadores de la cuarta categoría, si es que los pedidos de inconstitucionalidad que efectivamente se presentarán en las semanas venideras resultaran en favor del Poder Ejecutivo, sumado a la reducción del pago de Bienes Personales, reforzará un proceso que ya es palpable a través de los datos que ha publicado el INDEC con el agravamiento del índice de GINI, el cual refleja los niveles de igualdad de una sociedad.
En el segundo bloque de preguntas cabe esa que refiere al “salir bien” del experimento anarco libertario de este tiempo y que Milei parece disfrutar de la apuesta, como si habláramos de una cuestión lúdica, mientras imagina delirios de premios “nóbeles” que lo consagran.
En el entramado de las críticas hacia el mileismo ya no abrevan sólo los derrotados ideológicos de noviembre del año pasado. Empiezan a sumarse, de a poco, las voces de un liberalismo argento que se auto percibe como democrático y que se horroriza con un conjunto de medidas económicas, pero también con los agravios y las formas libertarias. En ese bloque, donde tributan referentes como Carlos Melconian, Carlos Rodriguez o el mismísimo Marcelo Longobardi, Milei ha dejado de ser reconocido como liberal, siendo referenciado más como un conservador decimonónico antes que como un referente político e intelectual del siglo XXI, ya que su ideario aspiracional, de alguna manera, funge como pre capitalista, cuestión que suele reflejarse en las falaces estadísticas del comercio entre las potencias del siglo XV.
¿El “salir bien” supone legitimar las formas de la violencia libertaria que un conjunto de dirigentes han decidido aceptar y que bien se sintetizan en las afirmaciones de Rodrigo De Loredo, cuando expresa que “fingen demencia" ante los insultos porque creen que las medidas que propone Milei en el fondo son las que el país necesita? ¿Supone también aceptar las limitaciones a la libertad de expresión reflejadas en las detenciones del 12 de junio, en los juicios iniciados contra periodistas o en la reimposición de una norma de 80 años atrás que exigía la matriculación para acreditarse en la Casa Rosada? Preguntas que dejamos para la almohada o el diván, como cada uno prefiera.
A partir de las herramientas supuestamente otorgadas, el enjambre del sistema, que además de dirigentes políticos incluye a encuestadores, analistas y formadores de opinión, salieron a referenciar la idea de que el gobierno iniciaba una nueva etapa, la cual vendría acompañada en la mañana del día viernes con buen rendimiento en los mercados. Nada de eso sucedió: el dólar ilegal siguió ampliando la brecha con el oficial, los bonos cayeron y las acciones de las empresas argentinas en el mundo no le fueron en zaga. Parece que algunas decisiones legislativas, al igual que ciertos argumentos tradicionales, no alcanzan para explicar las novedades de estos días.
No casualmente, el ministro de Economía Luis Caputo y el presidente del Banco Central Santiago Bausili, salieron en la tarde del viernes a brindar una conferencia de prensa para afirmar el inicio de una nueva etapa que no quedó del todo claro en qué consistiría, ya que más allá de la remanida cuestión de la emisión cero, ninguna certeza se adelantó para el futuro.
En esa idea de “nueva etapa”, de la que el propio Milei hizo alarde en las últimas horas, refiere a una necesidad del ya mencionado enjambre de encasillar al presidente dentro de ciertos estándares analíticos que permiten prever acciones políticas. Revisemos ciertas cotidianidades.
· Ante una crisis de gestión, producida por la desidia peyorativa de no entregar ni comprar alimentos para los que menos tienen, con serias sospechas de corrupción en ciertos manejos, la matrix de la politología suponía la salida de la funcionaria de rigor. ¿Qué hace el primer mandatario? La sostiene en el cargo.
· En un escenario cada vez más evidente de aislamiento regional, teniendo al presidente del país que representa a su principal socio comercial, ofendido por unos cuantos insultos de algunos meses atrás, cualquier internacionalista que se precie, habría recomendado desescalar ese tipo de declaraciones. ¿Qué hace el libertario? Redobla la apuesta y se pregunta si acaso todo lo afirmado (acusó de corrupto a su par) no era irremediablemente cierto.
· En la agenda pública se instala el debate de cómo han perdido ingresos los jubilados frente a las medidas gubernativas y a la inflación de los últimos siete meses. El propio ministro Caputo participa en el Ágora y fundamenta con afirmaciones incompletas ante el silencio de un grupo de empresarios que uno no sabe bien si son o se hacen. Cualquier asesor habría recomendado al presidente el silencio como forma defensiva. Se suma el papá de Conan al debate y relativiza la posibilidad del pago a los jubilados (sector vulnerable si los hay), de un aumento que mejoraba en un poco su situación y dice que el mismo quedaría supeditado al nivel de ingresos en las cuentas del Estado.
Los tres ejemplos, aunque sin representar una tipología en sí misma, bien valen para contextualizar los límites de lo esperable en el accionar político mileista, lejos de poder prever movimientos que se imaginan desde ciertos saberes preestablecidos. La necesidad de otorgar herramientas, como argumento de la acción política a partir de un resultado electoral, siendo benévolos en la consideración de ciertos accionares, supondría por un lado otorgar una especie de cheque en blanco al ganador y por otro, que la dirigencia ande saltando de charco en charco ideológico para ser coherentes con los humores sociales. Querido lector, estimada lectora, permítame señalar que la idea de la representación supone otra cosa.
En el apoyo de la oposición amigable, reside una coincidencia de raíz con varios de los postulados libertarios y por ende, la fábula de otorgar herramientas, se parece más a un argumento auto justificador emitido desde cierta (supuesta) responsabilidad institucional, que al hecho de hacerse cargo que ese es el país que desean.
Pero hay un nubarrón en el horizonte: en el hipotético éxito de Milei, con un presidente empoderado, ¿quién de todo este conjunto de actores le pondría el cascabel al gato? Nadie cambia cuando le va bien y por ende, no aparece del todo visible que las formas y el fondo de un proceso político que tiene en su raíz el maltrato hacia todo aquel que piense distinto, en lo discursivo y en la represión de las fuerzas del Estado, sean rectificadas porque se otorgaron herramientas para la gestión.
El fabricante de mentiras, el que construye historias de cartón, y que nos dice que el Estado moderno es una organización criminal que atenta contra los beneficios de la libertad absoluta, no puede sólo. Esta semana quedó demostrado. Ciento cuarenta y siete votos le dieron la legitimidad necesaria.
(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez