En el 18 Brumario de Luis Bonaparte, el genial Karl Marx, reversiona un concepto hegeliano, y afirma que algunos hechos y personajes se repiten dos veces en la historia: como tragedia y como farsa. En la última (y calurosa) semana de octubre, asistimos a un nuevo capítulo de la tensión de esa díada en el protagonismo de Mauricio Macri, que prevalece en su sobrevida política inconmovible frente a fracasos propios y desaires ajenos. Repasemos.
Lo primero que debe analizarse sin rubor, es que en la Argentina nadie puede ser considerado un muerto político si el propio protagonista así no lo desea. Existe una forma de concebir el poder y una manera de practicarlo que aquella experiencia estadounidense que convierte a sus ex presidentes en referencias de un tiempo que pasó, antes que en protagonistas de pleno derechos, resulta, para los argentinos, un método extraño y tan distante como los miles de kilómetros que nos separan con los herederos de la Revolución de té.
Macri cree, y se muestra convencido de ello, que puede “volver” a ser el centro de la escena política argentina. Y ha tomado, pese a la ferocidad con que ha solido criticar (e intentar eliminar) al kirchnerismo, algunos de los hechos y las formas políticas que distinguieron, fundamentalmente, a Cristina Fernández de Kirchner.
Si la ex presidenta utilizó la edición de un libro como hecho político, donde revisaba su gestión de gobierno, pero también su vida personal, recorriendo el país y generando una novedad que le permitía correrse de la centralidad de la campaña de 2019; con “Primer tiempo”, Macri pretendió, repitiendo acciones y formatos, obtener una visibilidad que lo mostrara como un hombre de Estado que nunca fue.
Mientras que “Sinceramente” se editó en un momento donde la figura de su autora se revalorizaba a partir del acuerdo que había sabido tejer con propios y extraños de cara al proceso electoral de 2019, el libro escrito por el ex jefe porteño, apareció en una etapa donde su figura no aportaba novedad de ningún tipo, excepto para su cada vez más reducido núcleo duro de seguidores.
Un segundo fracaso que muestra los límites de Macri vino referenciado en su escaso poder de incidencia en el armado de las listas de diputados y senadores a lo largo y ancho del país. Si se mira con detenimiento, veremos que ninguno de sus candidatos o referentes han prevalecido en aquellos distritos electorales más importantes. No sólo prevaleció la estrategia diseñada por el propio Horacio Rodríguez Larreta para la ciudad y la provincia de Buenos Aires, sino que muchos de sus “armadores” del interior, luego de los resultados de las PASO, han debido conformarse, en un contexto de triunfo de las huestes amarillas, con jugar el rol de acompañantes electorales, a los fines de mostrar una unidad que en los hechos, no existe. Como en el fútbol de nuestros días, los triunfos disimulan errores y ocultan diferencias de grado.
Esta semana que concluyó tuvimos un nuevo capítulo de esta forma de transitar el día después de una presidencia. Autodefinido como un perseguido judicial (¿se animará a hablar de Lawfare?) y luego de intentar evitar la declaración como imputado ante el Juez Martín Bava que lo investiga por el caso del espionaje a los familiares de los 44 marineros del ARA San Juan, imaginó una convocatoria masiva a la ciudad de Dolores que le sirviera como respaldo político. No está nada mal que uno ande por la vida con la autoestima en alza, pero, a veces, si uno la tiene muy arriba puede perder contacto con la realidad. Si, desde el propio macrismo de paladar negro, se hizo circular la versión de que unos 400 colectivos se movilizarían unos 200 kilómetros para recorrer la ruta 2, es porque imaginaban no menos de 30.000 personas apoyando al ex presidente. A quien lo haya supuesto, la realidad lo ubicó en su lugar: en un día laboral y con más 35 grados de temperatura ambiente, unos pocos cientos de manifestantes sirvieron de escenografía para el nuevo intento (fallido) de mostrar a Macri como un líder con respaldo popular.
Más allá de los vericuetos legales y de la causa en sí, el contraste con la primera presentación judicial con Cristina Fernández no puede resultar más evidente, donde, si bien las imágenes hablan por sí solas, lo que separa a ambos actos era, justamente, el día después de cada protagonista. Mientras que el kirchnerismo entendía cabalmente que, una vez salido del poder, se enfrentaría a un tiempo de persecuciones y detenciones ilegales y arbitrarias (cuestión que finalmente sucedió), el macrismo sigue contando como propio a buena parte del Poder Judicial que, ha tenido la fortuna y dicha de compartir una sincronía política que muestra a la Corte menemista como un rejunte de meros principiantes.
Pero en esta cuestión de realizar algunos hechos en sintonía con el kirchnerismo, el ex presidente también sufre en la relación con sus aliados políticos. Si, según el PJ, Cristina era “necesaria” para ganar, desde la mirada del propio Rodríguez Larreta y desde sus aliados radicales, Macri puede resultar totalmente prescindente para 2023. El primero, independiente, por forma de construcción política y de cara a las próximas presidenciales, ya recorre parte del país apoyando a dirigentes cercanos. Una primera pregunta como al pasar: ¿habrán sido casualidad los comentarios del domingo pasado vía redes del intendente rosarino por el tema seguridad, luego de algunas declaraciones del jefe de gobierno porteño que visitó Rosario ese mismo fin de semana?
Los segundos, encarnados en el radicalismo que ha sabido encontrar en Facundo Manes a ese candidato que se anima y puede decir lo que, de alguna manera, resulta prohibido por la conducción del partido; entienden que ha llegado la hora de dar la disputa al interior de Juntos por el Cambio. Por peso específico propio, fundamentado principalmente por su desarrollo territorial, el radicalismo se imagina como un protagonista que ya no sea el furgón de cola de la fuerza amarilla. De alguna forma, las cuentas no le fueron del todo favorables en el proceso: apoyó institucionalmente de manera firme al proceso abierto el 10 de diciembre de 2015, pero poco participó de la toma de decisiones importantes del período, y a la vez, resultando aliados, también pueden haber pagado un costo político por el fracaso de la gestión macrista.
La foto en Dolores incomoda a varios. Por el hecho en sí, no resulta casual que el imputado otra vez aparezca vinculado a escuchas ilegales, teniendo para sí un largo derrotero espiando a familiares y compañeros de ruta política. Junto a esto, el hecho investigado, tiene como punto de lanza una tragedia que ha involucrado a decenas de inocentes (y sus familiares) sobre el cual, buena parte de la indignaditis republicana habitual ha mirado para el costado. Tener a un jefe político (o ex) sentado en el banquillo de los acusados, ante un juez probo, en el medio de un proceso electoral no es la mejor de las imágenes a mostrar. Que la corporación mediática sea cómplice con su ocultamiento, o mitigación de la mirada crítica del asunto, tampoco supone que el riesgo se parezca a un juego de suma cero.
Si alguno celebró el resultado de la chicana judicial que permitió evitar el hecho de tener a Macri sentado frente a un juez dando explicaciones, suponiendo que esa imagen llegaría luego del 14 de noviembre parece hacerse equivocado, ya que la nueva fecha se trasladó al miércoles 3. Aunque debe decirse que, conociendo el historial de la familia Macri en la utilización de recursos del derecho que corren y alargan plazos (el caso Correo Argentino es un excelente ejemplo), no debería sorprendernos algún nuevo artilugio de su abogado para evitar lo que, hoy domingo, parece inexorable.
Pero más allá de las fotos de unidad de ocasión realizadas en la previa, algo que parece forzado y nada natural, la imagen del día del jueves en Dolores marca el presente de soledad política casi absoluta de Macri. La sola presencia de la leal Patricia Bullrich (con quien ha tenido un evidente distanciamiento luego de la capitulación a manos de Rodríguez Larreta en el armado de las listas) sirvió para mitigar la orfandad de un hombre que hasta no hace mucho tiempo escuchaba de manera mucho más continuada el “si Mauricio”.
Y vamos terminando estas líneas con la pregunta y la tarea de cada semana para nuestros queridos lectores y lectoras: ¿cómo puede imaginarse el futuro político del ex presidente?; ¿En la centralidad política o en un ostracismo “mitigado”? Este analista no tiene la respuesta cabal, sino algunas suposiciones que refieren, inexorablemente, al resultado electoral que pueda producirse en las generales que se avecinan, pero fundamentalmente, en el devenir político que se pueda desarrollar hasta 2023 en la Argentina. Pero una cosa es segura: el intento de relegitimarse con métodos imitativos de la pura prosapia K, vienen dando resultados cada vez más evidentes. Diego Capusotto y Pedro Saborido cuentan, de un tiempo a esta parte, con mayor material para sus hilarantes comedias.
(*) Analista político de Fundamentar