Miércoles, 31 Agosto 2011 21:52

Claroscuros de la Revolución Libia

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Carros_combateEl levantamiento popular contra Muammar al-Gadaffi da cuenta no sólo de las contradicciones del régimen saliente: también enfrenta sus propias contradicciones de cara al futuro, entre divisiónes internas y el papel preponderante de las grandes potencias en el conflicto

 

El levantamiento popular contra Muammar al-Gadaffi da cuenta no sólo de las contradicciones del régimen saliente: también enfrenta sus propias contradicciones de cara al futuro, entre divisiónes internas y el papel preponderante de las grandes potencias en el conflicto

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Carros_combateLa Revolución Verde y el actual conflicto para ponerle fin que se ha desarrollado en Libia arrojan numerosas enseñanzas. Resulta imposible en este articulo reseñarlas a todas debido a su complejidad y la concatenación histórica de hechos que podrían explicar gran parte de la situación actual, sin embargo, intentaremos seleccionar algunas de las variables más importantes para acercarnos a un panorama más preciso de lo que acontece por estos días en el país magrebí.

En 1951 Libia declaró su independencia de la dominación italiana, con el Reinado de Idris I, ex Emir de Cirenaica. Su reinado estuvo signado por una fuerte filiación con Occidente y en particular por la dependencia de Gran Bretaña y los Estados Unidos para asegurar la seguridad del país. Como contraparte de esto, el nuevo gobierno libio concedió permiso a las dos potencias para la instalación de bases aéreas de suma importancia estratégica en su territorio.

Con el descubrimiento de yacimientos petroleros a fines de esa misma década el gobierno de la Monarquía se hizo de numerosos enemigos internos con el otorgamiento de grandes beneficios económicos y concesiones en la exploración y explotación del recurso a empresas occidentales. Su gobierno se volvió de forma creciente impopular y fue juzgado como "tibio" a la hora de defender los intereses nacionales y árabes. Su relación con el mundo árabe, si bien no fue mala, sí presentó tensiones debido al bajo perfil que la cuestión palestina ocupó en la agenda política de la Monarquía y la posición ambivalente del régimen en relación al apoyo a la causa palestina y su pueblo.

En 1969, en medio de una ola regional de panarabismo que había tenido antecedentes en las ideas del partido Baath en Siria y el nasserismo en Egipto, el denominado Grupo de Oficiales Libres dio un golpe de Estado llevando al poder a un Concejo Revolucionario. Posteriormente, la figura del joven militar Muammar al Gaddafi emergió como líder de la Revolución y heredero del nasserismo, sobre todo tras la muerte de Gammal Abdel Nasser en septiembre de 1970. Desde entonces, se buscó diferenciar la nueva política interna y externa de Libia de las del régimen de Idris I, tanto en relación a la concepción del Estado como en su relación con la sociedad, el contexto regional y el mundo.

Revolución Verde: Entre la Complejidad Teórica y el Pragmatismo Político

La nueva visión del Estado libio se basó en una compleja matriz que conjugó principios provenientes del socialismo, el panarabismo, el nacionalismo árabe y el marxismo, sumándose a ellos el islamismo y el uso de la fuerza militar como principal eje de la soberanía nacional y salvaguarda de los objetivos de la Revolución. Con el paso del tiempo, más allá de su eminente estructura militar y la concentración de poder, primero en el Concejo de la Revolución y luego en la figura de Gaddafi, se intentó dar forma a un tipo de régimen sui generis, una especie de democracia directa a través de comités conformados por el pueblo en todos los niveles administrativos.

Gaddafi fue una figura emblemática que desde entonces tuvo la virtud de resumir y canalizar a través de su imponente imagen gran parte de las divergencias entre los diferentes sectores de la sociedad libia. Históricamente el país se encontró fragmentado no sólo por las diferencias sociales vinculadas a la educación y la calidad de vida, sino principalmente a la pertenencia a diferentes tribus. Al mismo tiempo, desde la instauración del sistema jamahirí las arcas del Estado libio se vieron notablemente favorecidas por una serie de nacionalizaciones en relación a la producción de petróleo y en la que gran parte de las ganancias de dicha actividad era canalizada a través de la empresa nacional petrolera libia, National Oil Corporation. Esta riqueza originada por el petróleo fue la que motorizó el modelo jamahirí el cual se basó en la idea de justicia social y no alineamiento internacional.

Los objetivos de la Revolución, pero más que nada la radicalización de los mismos, fueron el foco de la tensión con Occidente, con mayor intensidad durante la década del '80. No obstante, durante dicho periodo los constantes ataques provenientes de países como los Estados Unidos sirvieron como factor legitimador al interior del país para mitigar las tensiones internas asociadas a las disidencias con el gobierno libio y provenientes tanto de las tribus opositoras al régimen, algunos sectores del estrato militar y la clase media que había sido perjudicada por este régimen desde la década precedente.

Así, metas de la Revolución como la exportación del modelo fueron acentuando por un lado la rivalidad con Occidente y generaron mayor legitimidad interna en la medida que la hostilidad occidental – encabezada por los Estados Unidos - se hizo más evidente. Ahora bien, en tanto las acciones en el exterior de Libia como la participación en conflicto como la guerra de Chad no obtuvieron los efectos ni la gloria esperada, la desviación de recursos nacionales hacia ciertas empresas comenzó a ser un punto importante de crítica hacia las políticas del régimen.

Muammar al Gadaffi: Auge y Caída

Gaddafi es considerado por muchos africanos como el último gran líder y visionario africano después de Nelson Mandela – con las salvedades del caso - debido a las políticas de bienestar y distribución de la riqueza que promovió desde su llegada al poder y que además llevaron a Libia de ser uno de los países con mayores desigualdades y niveles de pobreza en el continente durante los años '50, a ser uno de los países más ricos, con mejor niveles de alfabetismo y uno de los niveles de calidad de vida más alentadores de África. Para otros, este hombre asiduo a los quirófanos y los tratamientos de rejuvenecimiento es el símbolo viviente de la opresión, de la "ausencia de la libertad" bajo la cual los libios menores de 42 años nacieron y vivieron.

El catalizador de las primeras revueltas en Libia fue la implosión política y social que, primero en Túnez y después en Egipto, alejó del poder a gobernantes que se habían legitimado en dichas posiciones de las maneras más fraudulentas pensadas con la complicidad de los Estados Unidos, principalmente por cuestiones de seguridad en la región relacionadas al siempre presente argumento de la posible irrupción del islamismo radical.

Al igual que en aquellos dos casos, los jóvenes fueron los principales protagonistas de las masivas protestas en Libia. Si bien la cuestión etaria no es la única variable que puede acercarnos a explicar el aceleramiento del fin de la "era verde" en Libia, la distante relación que Gaddafi tuvo en los últimos años con los sectores más jóvenes del país explica en parte por qué se concentró en ellos el origen de las disidencias con el régimen y su posterior enfrentamiento final.

En torno a la figura de Gaddafi siempre existieron mitos, leyendas urbanas acerca de su comportamiento y en ellos se incluían las especulaciones acerca de su afición a las técnicas de rejuvenecimiento. Algunos analistas afirman que esto se debió a su preocupación acerca de la percepción que los jóvenes podían tener de él y la relación del régimen con la juventud libia. A ello se asocia el importante rol que en los últimos años se le buscó dar a su segundo hijo, Seif al Islam, como continuador y cara visible de las políticas del régimen y como cuadro superador de la corriente más tradicionalista de la Revolución y puente de conexión del régimen con los elementos más jóvenes de la sociedad.

Sin embargo, este intento de poco sirvió frente a los crecientes rumores de corrupción, las limitaciones a la libertad, la disminución de los ingresos del Estado como consecuencia de un proceso recesivo en las economías de sus principales socios comerciales occidentales y la avidez por el control de los recursos naturales del país, algunos de los factores catalizados por la ola de protestas que inició a comienzo de febrero.

La Crisis Financiera Internacional Como Factor Último

Detrás de la creencia inocente de que el comienzo de la crisis en Libia se debió sólo al inicio de una serie de protestas como consecuencia del "efecto contagio" proveniente de Túnez, Argelia y Egipto, muchos especulan acerca de que las mismas fueron vistas como una oportunidad para encubrir los intereses económicos y estratégicos que Occidente tenía sobre Libia desde hacía tiempo.

Más allá del válido reclamo de libertad y el derecho del pueblo libio a forjar su propio destino, las "fuerzas rebeldes" como tales distan de ser una fuerza homogénea y sin fisuras y en gran parte su victoria ha sido la victoria de los países occidentales que han sido quienes realmente han movido los hilos de esta guerra. En este sentido, si la Revolución parecía constituir una "solución libia" en relación a la caída del régimen, la intervención de las potencias centrales cumplió el objetivo de dejar sin sustancia el carácter puramente nacional del levantamiento.

La intervención de la OTAN tuvo un segundo efecto al impedir también un tratamiento estrictamente africano del conflicto y su solución última. Es en este sentido en el cual debe entenderse la lucha tanto diplomática como mediática entablada entre la organización atlántica y la Unión Africana (UA), quien intentó mediar entre ambas partes con un rol preponderante de Sudáfrica. En palabras del presidente sudafricano Jacob Zuma: "Los países que tienen el poder de atacar a otros países han minado los esfuerzos e iniciativas de los países de la UA para tomar cartas en el asunto de Libia. La preocupación por la situación en Libia ha estado acompañada por el socavamiento de la búsqueda de una solución propia del continente africano en el marco de dicho organismo".

Sumado a esto, y pese al valor desplegado en el frente de combate, los rebeldes no parecen mucho más que un rejunte de fuerzas unidas por el espanto más que por el amor: núcleos islamistas, sanusíes de Cirenaica – continuadores de la dinastía de Idris I y parte de la misma cofradía político-religiosa a la que este pertenecía -, nostálgicos de la Monarquía, grupos de oposición al régimen y algunas fuerzas minoritarias pro-democráticas.

De repente, aparecen la sombra de Irak y la caída de Sadam Hussein como un déja vu que pocos se arrojan a negar abiertamente. Después de más de cuarenta años de gobierno de Gaddafi ahora recién parecen ser visibles a los ojos de Occidente las limitaciones que el Estado libio ejerció sobre los derechos individuales y colectivos por tantos años.

Lejos de existir claros vencedores el panorama que arroja Libia por estos días – para sí y sus posibles socios – dista de ser alentador. Desde el comienzo del conflicto y la intervención de las fuerzas occidentales en suelo libio, los países involucrados tuvieron que sobrellevar la carga de una guerra que ha durado más de lo esperado y que por el momento dejó como saldo una nación devastada y una coalición rebelde dividida, la cual además no puede garantizar la ausencia de represalias contra quienes apoyaban al gobierno de Gaddafi y cuya composición y plan de gobierno se desconocen.

La complicidad de Occidente y la prima de los intereses económicos nacionales de países inmersos en una crisis que ellos mismos propiciaron escriben una vez más el fatídico destino de un país africano, de otro país que emerge de una guerra tutelado.

Los voceros de la OTAN sostienen que su papel en este conflicto ha sido decisivo. Sin embargo, luego del fracaso del supuesto operativo humanitario que vino a modificar los vergonzosos objetivos militares iniciales, en la comunidad internacional sigue resonando la pregunta de por qué Libia y por qué ahora.

Es de público conocimiento la existencia de otros tantos casos africanos en que las situaciones humanitarias son mucho más apremiantes que en el caso libio. Uno de ellos es el de Costa de Marfil, donde la violencia política se ha cobrado miles de víctimas y millones de desplazados.

Analistas de renombre como Mbuyi Kabunda afirman que este caso pone de manifiesto el doble rasero de la comunidad internacional y recuerdan que el accionar occidental llevado adelante en Libia no es nuevo ya que en los noventa mientras el mundo ponía sus ojos en el control de Medio Oriente y de las supuestas amenazas provenientes de él, nada se hacía desde las principales potencias y foros del mundo para poner coto al genocidio acaecido en los países de los Grandes Lagos. A la pregunta de por qué Libia, Kabunda quizá respondería que por su petróleo; interrogado acerca de por qué ahora quizá nos diría: por causa de la crisis.

Un Mal Necesario

Durante al menos cuarenta años Muammar al Gaddafi fue el mal necesario y a la vez el elemento superador de las divisiones y luchas internas de su país. Su pragmatismo, su discurso compuesto por diversos elementos ideológicos y sobre todo la riqueza proveniente del petróleo le permitieron ganar su legitimidad ante estos grupos internos, a veces comprándola. No obstante, con el paso del tiempo su régimen fue perdiendo adeptos así como la capacidad de generar eficacia a través de cuestiones como la rivalidad con los Estados Unidos, los ataques aéreos que sufrió en la década del ochenta, el apoyo a movimientos de liberación nacional en otros países e inclusive las políticas destinadas a acortar la brecha social del país.

El panorama que se abre ante Libia en la era post Gaddafi rebosa de esperanza y sueños, pero en la realidad encuentra numerosos desafíos que necesitarán respuesta luego de una guerra que fue librada más como una excusa de Occidente que como una gesta bien pensada y diseñada por el pueblo libio. El panorama que se presenta resulta tanto incierto como escabroso.

No habiéndose dado aún con el líder libio y con las fuerzas leales asediando desde las sombras de las ciudades se desconoce el desenlace que tendrá esta historia en los próximos días. La cacería para encontrar al ex líder de la Revolución lleva ya más de una semana y en medio de los rumores de exilio en Venezuela o en Argelia, las fuerzas leales se han reagrupado en Sirte – ciudad de origen de Gaddafi - para resistir.

De cara al fin de la "era verde" los desafíos que se abren para los tiempos que se vienen son complejos y diversos. La seguridad será la primera prioridad, dados los altos niveles de violencia actual y de cara a los inminentes choques que puedan desencadenarse en las comunidades libias. En segundo lugar, se deberá comenzar a pensar en una reforma y reorientación de las fuerzas de seguridad del país que durante años actuaron bajo la única dirección de Gaddafi y su clan. También deberá pensarse en una reforma del sistema judicial luego de años en que la justicia parecía provenir de un solo lugar. Algunos analistas temen que esta situación reinante de caos y vacío de poder implique un retroceso y la vuelta a estructuras tribales con métodos informales de resolución de conflictos.

Finalmente, evitar el saqueo de los recursos nacionales y preservar el bienestar de la población en medio del caos y la desorganización será una tarea titánica que ya resulta difícil de resolver. Lamentablemente la falta de coherencia y planificación por parte del grupo que gobierna la transición en Libia nos acerca más a un montaje de ficción que aparenta un gobierno sólido a futuro que una iniciativa nacional con buenas perspectivas.

La capital de Libia se debate entre el júbilo y el temor después de cuatro décadas de gobierno dictatorial. Muchos sueñan con un nuevo país de libertad y democracia aunque pocos reparan en el hecho de que la democracia liberal no es un modelo que contemple la complejidad de la sociedad libia, sus fuertes liderazgos tribales y regionales y la importancia de los lazos de sangre por encima de los sentimientos regionales. Todas estas constituyen claves para entender este país que un beduino como Gaddafi supo leer a la perfección y manejar con un pragmatismo sumamente eficaz durante más de cuatro décadas. Manejarse con esta cintura política será el principal desafío del nuevo gobierno por venir.

El jefe del Consejo Rebelde, Mustafa Abdul Jibril afirmó días atrás que en los próximos ocho meses se llamará a las primeras elecciones en la era post Gaddafi; la Liga Árabe reincorporó a Libia y reconoció a este Concejo como vocero legitimo del país en el bloque; Gaddafi sigue escondido y las potencias ya se disputan los negocios de la reconstrucción en Libia con la empresa italiana ENI a la cabeza, posición sustentada en el dominio durante los últimos años del 15% de la producción petrolera libia.

Libia pone de manifiesto los claroscuros de una guerra llevada a cabo en nombre de la libertad y los derechos del pueblo donde los millonarios contratos para la reconstrucción del país y la reanudación de los niveles normales de producción se han hecho más rápidamente que los tímidos intentos de ayuda humanitaria.

 

(*) Analista Internacional de la Fundación para la Integración Federal

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