La administración de Joe Biden en Estados Unidos concita la atención mundial. Primero, tuvo amplia repercusión el discurso del 29 de abril frente al Congreso, en el que el presidente norteamericano pareció confirmar el giro a la izquierda con respecto a las gestiones precedentes (republicanas, obviamente, pero también demócratas). En la Argentina, en particular, aún resuenan los ecos, amplificados por la dirigencia local, sobre la propuesta de Biden: "Es hora de que el 1% más rico pague su parte". A los pocos días, alcanzó con apenas una declaración de intenciones para alterar el tablero geopolítico: Estados Unidos apoyará la suspensión de patentes de vacunas contra el COVID-19.
Para hablar de estos temas, y de las relaciones del Estados Unidos de Biden con América Latina y, en particular con la Argentina, El País Digital dialogó con el internacionalista y profesor Bernabé Malacalza, quien recientemente, en un artículo de su autoría, consideró que Biden plantea hacia la política exterior una pugna con las autocracias, principalmente con China.
EPD: ¿Cuáles son los cambios más notorios entre el Gobierno de Trump y el de Biden?
BM: En materia internacional, diría que son cuatro.
El primero, el fin del negacionismo pandémico. Biden reconoce que es primordial salir de la pandemia para resolver los problemas de Estados Unidos. Recuperar su economía y resolver la cuestión sanitaria requiere en primer lugar de acrecentar el ritmo del proceso vacunatorio, priorizar a los norteamericanos en ese proceso, y además, inyectar capital a la economía y proteger a las empresas norteamericanas.
En segundo lugar, la promoción de los derechos humanos, que aparece abiertamente en lo discursivo, con un tono muy confrontativo con relación a las autocracias, principalmente con respecto a China.
Como tercera cuestión, se vislumbra un mayor activismo en los organismos multilaterales. El reingreso al Acuerdo de París, la incorporación a la OMS, la organización de la Cumbre del Clima, son aspectos que tienen que ver con esta revitalización al multilateralismo.
Finalmente, la suspensión de patentes de las vacunas, el reconocimiento o el apoyo a la propuesta de India y Sudáfrica para suspenderlas y de esa manera permitir que la producción de vacunas se desconcentre.
Creo que esas son cuestiones fundamentales, algunas medidas más relevantes en ese sentido, en relación con estos cuatro principios, tomadas en estos últimos meses, son el retiro de las tropas de Afganistán, poniendo fin a lo que se conoce como las guerras eternas, y el reconocimiento del genocidio armenio.
EPD: Fue muy comentado el discurso de Biden ante el Congreso. ¿Hay un giro a la izquierda por parte de EE. UU.? En tal caso, ¿ese giro se da hacia adentro, como política interna o hacia el exterior?
BM: En relación con el discurso de Biden, destacaría dos aspectos. Uno tiene que ver con lo ambicioso hacia adentro y otro con lo dogmático hacia afuera.
Hacia adentro, el discurso está muy elaborado y es preciso, básicamente ligado a la política interna, con un espíritu más audaz que Obama en sus primeros cien días, una búsqueda de regenerar algo así como un estado de bienestar; sin embargo, se trata de un discurso ambicioso, porque en el corto o mediano plazo es de difícil concreción. Estados Unidos hoy se encuentra con serias contradicciones y brechas domésticas, y con una polarización cruenta a nivel interno, difícil de cicatrizar y, además, no está presente el consenso bipartidista, como sí lo estuvo tras la Segunda Guerra Mundial. Estamos frente a un Estados Unidos cuyos niveles de competitividad no son los de los años 50 o 60, a la vez que la rivalidad con China es diferente. China no es la Unión Soviética, en términos económicos y tecnológicos está mucho mejor posicionada.
Además, lo que se estimaba en términos de generación de empleo, que eran un millón de puestos de trabajo, al momento se han creado 266 mil; es decir, hay una brecha entre lo que se propone y la realidad doméstica.
En lo externo, el discurso tiene un componente fuertemente dogmático. Plantea una pugna entre democracias y autocracias, donde los aliados de EE. UU. son la salvación frente a las autocracias que representa China, principalmente. Esa batalla tiene un tono dogmático, polarizante, rígido, que vuelve a esta confrontación con China a un terreno ideologizante, muy preocupante.
EPD: ¿Qué elementos internos y externos observás como causas de este giro?
BM: El cambio de Biden se explica, desde mi punto de vista, por tres cuestiones: consumo, pandemia y China. El presidente, en lo que respecta al consumo, está buscando inyectar dinero para estimular la economía y la producción, con eje principal en el consumo. En ese sentido, es inyectar dinero en los norteamericanos. Así sucedió en la primavera del 2020 y Biden busca retomar ese impulso a través de la creación de empleo. Ha anunciado que va a subir los impuestos para quienes ganan más de 400 mil dólares al año, las corporaciones principalmente. Es un reconocimiento de que hubo un salto exponencial en las ganancias de estas empresas, sobre todo, las empresas digitales y los laboratorios, en la pandemia.
La segunda cuestión tiene que ver con la pandemia. Hay un entendimiento de Biden de que hay una relación de causa-efecto, entre terminar con la pandemia, a través de la vacunación, y la vuelta a la normalidad, es decir, el crecimiento del empleo.
Si no se termina con la pandemia, no se puede recuperar la economía; entonces, el foco principal es ese. Para ello, Estados Unidos entiende que cumplir con el proceso vacunatorio interno posteriormente va a requerir colaborar con que el resto de los países del mundo rápidamente aceleren sus procesos vacunatorios, pero esto es una cuestión de etapas.
Un tercer punto tiene que ver con China. Biden entiende que la razón de ese retraso económico y tecnológico en algunos campos respecto a China se debe a la falta de inversión doméstica en sectores estratégicos, como energías limpias, ciencia y tecnología. Es decir, la batalla con China se juega adentro de casa. Para Biden es fundamental recuperar esas inversiones para que EE. UU. pueda ponerse a la par de China en los campos en los que están rezagados (tecnología y energías limpias).
EPD: Las demócratas han sido históricamente muy intervencionistas en América Latina, ¿qué podemos esperar con Biden?
BM: La principal preocupación de Biden con respecto a la región es América Central, bajar la presión migratoria sobre la frontera sur, destinar un paquete de ayudas e incentivos económicos a los países del triángulo norte, principalmente para detener el flujo migratorio con ese sentido.
En segundo lugar, Venezuela, Cuba, Nicaragua están identificados como regímenes autoritarios y amenazas a la seguridad de los Estados Unidos. Habrá en esos países un monitoreo férreo, con posibilidades de extender las sanciones económicas vigentes o incluso ir más allá en la coerción.
En tercer lugar, para Sudamérica también habrá un monitoreo férreo en relación a las proximidades que tengan los países con respecto a China y a Rusia. Una aproximación en el campo tecnológico, con la tecnología 5G y la empresa Huawei seguramente generará un mayor nivel de relevancia en el radar de Estados Unidos.
EPD: ¿Y cuál es el caso de Colombia en este contexto?
BM: En el caso de Colombia, se han expresado funcionarios del Gobierno de Biden con preocupación por los sucesos. Claramente, es una retórica menos beligerante para el caso colombiano.
La retórica beligerante se enciende cuando se trata de países que tienen un vínculo fuerte con China o con Rusia.
EPD: Con Bolsonaro en Brasil y la creciente influencia de China, ¿pensás que se abre una oportunidad para la Argentina de convertirse en interlocutor privilegiado con EE. UU.?
BM: Las relaciones entre EE. UU. y Argentina dependerán más de cómo aprovecha algunos espacios y ocasiones nuestro país que de Estados Unidos.
Argentina no está dentro de las prioridades de Biden; sin embargo, hay algunos espacios en los que se puede cooperar.
(Juan Gabriel) Tokatlian señala cinco temas que podría Argentina trabajar con Estados Unidos. El primero son las negociaciones con el FMI, aprovechar en este campo la sintonía entre Biden y el papa Francisco. Biden es el segundo presidente católico de los EE. UU.
Una segunda cuestión es Venezuela, la propuesta argentina de salida negociada de la crisis venezolana puede ser un punto de acercamiento con la administración Biden.
Un tercero es energía, proyectos en torno al litio, en los que el Ministerio de Producción argentino viene avanzando.
El cuarto, derechos humanos: recuperar el funcionamiento de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y apoyar una mirada multilateral de la cuestión.
Un quinto sería revitalizar el multilateralismo en la OMC, con la cuestión de la suspensión de las patentes, en la OMS, con la respuesta a la pandemia, también con el cambio climático y el retorno de EE. UU. al Acuerdo de París; es decir, colaboración mutua en todos esos campos.
EPD: Un grupo de legisladores demócratas de EE. UU. piden suspender la deuda con el FMI mientras dure la pandemia, ¿creés que es parte de la nueva relación de Biden con Argentina?
BM: Lo que están proponiendo es que el FMI se oponga a cualquier crédito, garantía, documento o estrategia que conduzca a reducir el gasto público en los países deudores, que están enfrentando la segunda ola del COVID. No tiene que ver esa propuesta estrictamente con la Argentina, sino con una iniciativa de los propios legisladores demócratas, que obviamente está relacionada con la situación de crisis que enfrenta nuestro país.
EPD: ¿Qué evaluación hacés de que tanto Biden como Putin se hayan proclamado acerca de la liberación de las patentes?
BM: El cambio de posición de Biden respecto a las patentes es auspicioso; no obstante, más allá de que la suspensión de las patentes permite acceder a las recetas de las vacunas sin pagar royalties ni penalidades, algo que es positivo para los países en desarrollo, para acelerar los procesos de vacunación estos países se necesitan además transferencias tecnológicas, que se compartan los secretos, los detalles de esa producción, mayor capacidad de producción instalada, capital, financiamiento, infraestructura, recursos humanos, y además, capacidad de distribución y de almacenamiento.
Todo ello requiere de insumos que proveen los países desarrollados, y estos insumos hoy están restringidos por prohibiciones a las exportaciones, entre otros países, de Estados Unidos, que aún hoy las mantiene.
FUENTE: El País Digital
RELEVAMIENTO Y EDICIÓN: Camila Elizabeth Hernández