El autoproclamado precandidato al premio Nobel de Economía Javier Milei festeja la baja de la inflación, principal sostén de su apoyo en materia económica. Esta vez, ponderó un relevamiento de Econométrica que marcó que la inflación de alimentos fue de 0% en la tercera semana de junio. El informe se conoció poco tiempo antes de que el INDEC difundiera una suba de la desocupación de casi 1 punto interanual, producto de una caída del PBI del 5,1% en el primer trimestre.
Son dos fotos “viejas”, de hace casi tres meses, pero la dinámica continuaría por ese trayecto, según indicadores de ventas y producción conocidos en los últimos días. Todo mientras el Fondo Monetario Internacional (FMI) presiona para que el Gobierno levante el ancla cambiaria que mantuvo los precios a raya hasta ahora y los inversores comienzan a percibir que la dinámica es difícil de sostener, lo que se traduce en la suba de los dólares paralelos.
El presidente y su equipo económico se subieron al reporte de la consultora que dirige Ramiro Castiñeira, economista alineado a la administración Milei. Econométrica relevó que los precios de los alimentos no aumentaron en la tercera semana de junio, en lo que fue el mejor registro de la era Milei y más allá. Según el indicador, la inflación de alimentos viaja a un promedio del 2,4% mensual, que desciende semana a semana.
Otros estudios que siguen la evolución de los precios de los alimentos muestran tendencias similares, aunque con números algo mayores a 0. LCG, por ejemplo, midió una inflación del 0,9% en la tercera semana, pero su indicador había tocado 0 en la primera e incluso perforó a -1% a comienzos de mayo.
Las mediciones semanales son volátiles, pero sirven para leer tendencias. El indicador de LCG se mantiene debajo del 2% semanal desde mediados de marzo. También cae regularmente la cantidad de productos que registran incrementos por semana. En la última medición, pasó del 25% al 19% del total. Sin embargo, LCG ve una señal de alerta: “Por cuarta semana consecutiva, la inflación promedio mensual se aceleró”, indicó. Alimentos llegó así al 4,1% promedio mensual.
Milei sabe que el Índice de Precios al Consumidor (IPC) de junio será mayor al 4,2% que marcó el mes previo, porque impactarán las subas de tarifas de los servicios públicos que el Gobierno demoraba en implantar, para así mostrar, justamente, una inflación descendente. La expectativa oficial es que los alimentos “domados” compensen los tarifazos en el promedio general y que este no pase del 5%. Los consultores creen estará por encima de ese número. Según el último relevamiento de Eco Go, el IPC general será de 5,7% en junio y Alimentos subirá 3,2%.
El FMI proyectó que la inflación llegará a diciembre a un ritmo de 4% mensual. Significaría una baja importante desde el final de la era de Alberto Fernández y el salto devaluatorio del tándem Milei-Caputo, pero con un costo en términos de actividad. En su reciente staff report, el Fondo auguró una contracción económica del 3,5% para este año (contra el 2,8% que esperaba hace unos meses) y una suba de desempleo hasta 8%. Y eso sin considerar el impacto que suelen tener en el país devaluaciones como la que el Fondo comenzó a reclamar.
Goles en contra
Si el presidente festeja los IPC como goles en redes sociales, mira para otro lado cuando llegan datos oficiales que muestran la consecuencia del ajuste recesivo que contiene los precios y que incluso provoca deflación en algunos rubros como bebidas. Como la venta de gaseosas, vinos, cervezas y otras caen a un ritmo superior al 20%, los fabricantes, distribuidores y comercios minoristas rebajan los precios para sacarse la mercadería de encima. Hoy, stockear no es negocio, porque nadie espera un repunte en las ventas.
Las ventas de supermercados y autoservicios cayeron 7,8% anual entre enero y mayo, según la consultora especializada Scentia. La baja es más pronunciada en las grandes cadenas, quizás porque la situación actual contrasta con el control de precios pleno (en ese canal de ventas) de la gestión Fernández-Massa. Pero no hay indicios de recuperación. “Junio viene más o menos igual”, anticipó una fuente del sector. La inflación baja, pero los ingresos no acompañan y no traccionan una recuperación del consumo masivo.
Hay casos hiperbólicos que dan cuenta del impacto social de la recesión, como las caídas en los consumos de carne y lácteos. Según la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes (Ciccra), el consumo de carne vacuna se contrajo 14,9% anual entre enero y mayo. “Dejando de lado los primeros cinco meses de 2020, esta fue la menor cantidad de las últimas tres décadas”, indicó. Los precios de los cortes cárnicos siguieron una trayectoria similar al IPC general. La caída de los ingresos hace que se dejen de consumir productos básicos.
Entre enero y abril, las ventas de productos lácteos cayeron 17,2% en el mercado interno, según el Observatorio de la Cadena Láctea (OCLA). La venta de leche refrigerada (en sachet, básicamente), cayó 14%, mientras que otros productos más caros, como leches no refrigeradas, yogures y quesos sufrieron bajas mayores. Si bien la industria celebró la eliminación de retenciones y controles de precios, “la fuerte inflación generalizada y el deterioro del poder adquisitivo de la población (sobre todo su estrato medio que define los mayores niveles de consumo), abren un gran interrogante respecto al comportamiento del consumo interno, sobre todo la convalidación de las importantes subas de precios”, indicó.
El Índice de Producción Industrial (IPI) de Orlando Ferreres echó por tierra cualquier expectativa de rebote. La medición marcó una caída del 9,8% anual en mayo, pero también un retroceso del 1% desestacionalizado contra abril, para volver a los pisos de actividad de marzo. Si las caídas más pronunciadas se dan en las industrias “pesadas”, como maquinaria agrícola, la elaboración de alimentos –descontado el rebote del sector oleaginoso post sequía– tampoco repunta. “Para los próximos meses anticipamos que continúe la oscilación de la actividad industrial en torno a los niveles bajos actuales. Esperamos que un eventual cambio de tendencia y comienzo de recuperación se produzca cuando la desaceleración de la inflación dé lugar a una mejora de los ingresos de las familias y a una recomposición de la demanda interna”.
Milei repite que la inflación es un fenómeno monetario y que tenderá a cero si se frena la emisión de dinero. Para Epyca, datos dispares sobre la evolución de los precios mayoristas importados y nacionales, la construcción y el IPC son muestra de que la inflación baja por el combo de recesión y ancla cambiaria. “Esto no quiere decir un proceso de deflación, para lo cual se requiere que esa caída sea sistemática y generalizada, pero abona la hipótesis de que la caída en los precios está principalmente siendo posible gracias a la caída en el nivel de actividad (y la apreciación de tipo de cambio)”, escribió la consultora que dirige Martín Kalos.
La recesión permite sostener el ancla cambiaria que contiene los precios sin que se deteriore la balanza comercial. “Los datos de intercambio comercial de mayo publicados por el INDEC muestran que, en lo que respecta al intercambio con el mundo, el tipo de cambio permanece lo suficientemente competitivo. Al menos mientras la economía argentina mantenga estos niveles de contracción que hacen disminuir el nivel de importaciones”, analizó la consultora Vectorial.
Pero la floja liquidación de agrodólares complica la acumulación de reservas del Banco Central y mete presión sobre el dólar oficial que contiene los precios. “Sin perspectivas concretas de un ingreso de dólares extraordinario y con un tramo largo hasta concretar un nuevo acuerdo con el Fondo, es dudoso cuánto podría resistir el BCRA un cambio de flujos sostenido”, sostuvo Vectorial.
Destruir empleo
En este contexto, la caída del empleo que cristalizó el INDEC este martes no tiene terreno para repuntar. El desempleo llegó al 7,7% de la población y 1,7 millones de personas que buscan trabajo no lo encuentran. En comparación con el último trimestre de 2023 (estacionalmente, más alto en términos de actividad), hay unos 450.000 nuevos desocupados, en parte por la destrucción de puestos de trabajo y en parte porque nuevos trabajadores no encuentran puestos.
En comparación con el primer trimestre de 2023, el desempleo creció 0,8%. Según Luis Campos, investigador del Instituto de Estudios y Formación de la CTA-Autónoma, la caída no fue tan pronunciada como en la recesión de 2018-2019. Otros datos muestran lo precario de la situación. Uno: la cantidad de ocupados demandantes de empleo (porque necesitan un ingreso adicional o buscan un trabajo mejor pago) hizo saltar la presión sobre el mercado laboral del 26,9% al 29,5% en un año. Dos: la suba del desempleo entre jefes de hogar fue de 1,2% en un año y llegó al 5%. El salto fue mayor entre los varones de hasta 29 años.
“Tanto la tasa de ocupados demandantes, como la tasa de subocupación, registraron incrementos interanuales”, indicó el Centro de Economía Política Argentina (CEPA). “Estas variaciones, sumadas al incremento en la tasa de desocupación, resultaron en un crecimiento en la presión sobre el mercado de trabajo de 9,5 puntos porcentuales”, añadió.
Feredico Pastrana, de CP Consultora, lo resumió así en X: “El desempleo es desigualador: pega más en los estratos más débiles. La informalidad por ahora no aparece como refugio. La crisis es por desempleo (más intensa)”. El especialista notó que se destruye empleo no registrado y que, entre los trabajos formales, los que más caen son los de menor calificación.
«Ahora que estamos bajando la inflación, sí, claro, se genera desempleo. Obvio, si estamos limpiando la basura que se estuvo haciendo los últimos 20 años, si no fuera por decir desde 1930 en adelante», dijo Milei en el Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas (IAEF), a fines de mayo, cuando datos oficiales mostraban la destrucción de unos 100.000 puestos de trabajo formales en el sector privado en cuatro meses.
FUENTE: Cenital