Pocas veces la rutina de noticias y hechos públicos permiten mostrar de manera simultánea, procesos vitales tan antitéticos y disímiles. Mientras el día jueves nos sacudía la novedad de la muerte de la enorme Nora Morales de Cortiñas (Norita), en paralelo se profundizaba el escándalo de los cinco millones de kilos de alimentos no repartidos por el Ministerio de Capital Humano, conducido por Sandra Petovello. Va de suyo que las categorías de amor y desamor no aplican en la lógica del análisis político (sobre todo si hablamos de poder), pero si por una sola vez se nos permitiera tal digresión, sería irreductiblemente legítimo aplicarles a cada uno de esos nombres propios, la calificación respectiva.
Norita, a quien la dictadura asesina de los 70’ le desapareció a su hijo Carlos Gustavo Morales, llega al final de sus días habiendo ayudado a parir centenares de miles, tal vez millones, de ciudadanos y ciudadanas que entienden (entendemos) y desean (deseamos) una sociedad inclusiva con derechos para todos y todas. De lo otro, corresponden las siguientes líneas. Una vez más, pasen y vean, sean todos y todas bienvenidos.
Si la penúltima semana de mayo podría haberse titulado como los peores siete días del gobierno libertario, lo que vino después no ayudó en nada a corregir el rumbo del deterioro, el cual se profundizó con el reconocimiento de la existencia de alimentos sin repartir ubicados en depósitos del Estado nacional. En línea con la excepcionalidad que referencia al gobierno, no hicieron falta investigaciones exclusivas, ni arrepentidos (de los verdaderos o los truchos), ni Lawfare. Bastó que un periodista (Ari Lijalad) amparado en el marco legal que avala el derecho a la información pública, preguntara por su existencia para que el escándalo fuera creciendo como una ola que a estas alturas (mañana de domingo 2 de junio), pone en riesgo la estabilidad política de una funcionaria muy cercana al propio Javier Milei y que, por lo tanto, afecta de manera determinante al presidente.
En el devenir de los días el oficialismo hizo todo mal. Inicialmente informó que esos alimentos estaban guardados para enfrentar diversas emergencias, lo que fue desmentido rápidamente ya que en las crisis de Bahía Blanca, Corrientes y Concordia, la ayuda del Estado nacional brilló por su ausencia. Luego se anunció que serían repartidos en breve (el vocero Manuel Adorni llegó a decir que ya lo estaban haciendo) y no faltó alguna voz periodística servicial que intentó tirar alguna responsabilidad sobre el gobierno anterior. Todo ello sazonado con una causa judicial que lleva adelante el juez Sebastián Casanello que, ante la falta de respuestas a su requisitoria (entregar un plan detallado de cómo se repartiría), el día sábado sacudió la modorra de las redacciones periodísticas y ordenó una inspección del depósito de Villa Martelli para verificar los listados existentes informados por el ministerio.
En el medio, aparecieron contratos de una opacidad manifiesta con la Organización de Estados Iberoaméricanos, para tercerizar las compras que llevan la firma de Petovello y del eyectado secretario de Niñez y Familia Pablo De la Torre, quien no tuvo mejor idea para defenderse que ladrarle a la luna, ya que se referenció como anti kirchnerista, demostrando una falta de tacto notable e intentando embarrar a un actor político que nada tiene que ver con los hechos.
En síntesis, una especie de tormenta perfecta que aún no terminó y que promete nuevos episodios ya que, además, no consta registro de ningún tipo de compra de alimentos en los últimos seis meses. Por lo expuesto, de cumplirse la orden judicial de rigor, el país se asoma al abismo de no contar con alimentos para su población más vulnerable en las próximas semanas, emergencias sociales incluidas.
Para el mundo libertario la semana había comenzado con la eyección del cargo de Jefe de Gabinete de Nicolás Posse, que estuvo a un tris de batir el record de pasar por el mismo sin que institucionalmente se le conociera la voz, para ser reemplazado por el “castoso” Guillermo Francos, ex ministro del Interior y quien en esa función, hasta hace algunas semanas nada más, se comió un par de operaciones que preanunciaban su salida.
Persevera y triunfarás, dice el dicho y el hombre, en una muestra clara de muñequeo político, en un par de días resolvió el intríngulis oficialista de conseguir dictamen para la ley Bases. Desde la negociación política, esa que tanto detesta el presidente, y al borde del toma y daca, concediendo a los senadores patagónicos un Impuesto a las Ganancias diferenciado para los trabajadores de la región, un aumento de las regalías mineras del 3 al 5% que algunos gobernadores supieron pelear, y sin saber demasiado qué se negoció con el senador entrerriano peronista Edgardo Kueider, el libertarismo se dio un pequeño triunfo que duró lo que el hielo en el desierto a partir del escándalo de los alimentos.
No deja de ser paradojal para el mundo libertario lo logrado por Francos en un doble sentido: no sólo se predispone al tratamiento en el recinto a fuerza de negociaciones permanentes y de alguna manera aceptando la existencia de los otros, esos que tanto se ningunean; sino que lo logra de la mano de un hombre que hace décadas que está en el juego de la política habiendo pasado por diversas funciones: desde presidente del Banco Provincia a diputado nacional, de concejal de la vieja y extinta Capital Federal a representante de la Argentina ante el Banco Interamericano de Desarrollo. En fin, el camino al cielo de la libertad parece estar lleno de atajos concesivos.
Pero mientras todo esto sucede, el presidente parece estar en otra. Cada vez más convencido de su rol de profeta propalador de las ideas libertarias en el mundo, la semana se le consumió en visitas a empresarios de la región de Silicon Valley, cenit del desarrollo tecnológico, tratando de evitar, en todo lo que se pueda, poner el cuerpo en la crisis que enfrenta su gobierno.
Como hecho icónico más relevante tal vez deba señalarse la foto con Mark Zuckerberg, dueño de Meta, empresa que engloba a Facebook, Instagram y Whatsapp entre otros. Como en un buen ejercicio de magia, de inversiones y propuestas concretas nada por aquí y nada por allá, no faltando un nuevo ridículo del vocero Adorni, quien posteó la foto entre ambos personajes y afirmó que algo así era inimaginable con Cristina Fernández de Kirchner. Rápida de reflejos, la ex presidenta subió una foto de 2015, donde se la ve con el entonces joven empresario. El problema con el libertarismo no sólo es que desconocen la historia larga, esa que, por ejemplo, muestra que el Cabildo de Córdoba rechazó la revolución de Mayo de 1810, sino que desconocen la historia corta, esa que está a la vuelta de la esquina y que, por lo tanto, ellos llegaron para imponer ciertas novedades de color sepia. Fin.
Para completar el cuadro el presidente no se privó de mostrar, una vez más, su nula empatía con los que menos tienen cuando en la Universidad de Stanford, respondiendo a una pregunta del estudiantado afirmó que “la gente va a estar por morir de hambre y va a decidir no morirse. No necesito que alguien intervenga para resolverme la externalidad del consumo porque alguien lo va a resolver”. Cuidado con los boomerangs que siempre, pero siempre vuelven.
A la vuelta de la gira internacional, y como de pasada, tuvo tiempo para asistir a la asunción del segundo mandato de Nayib Bukele. El salvadoreño, cuestionado en el plano internacional por su política de seguridad que viola los principios más básicos de los derechos humanos, pero admirado por los inquilinos de la Casa Gris santafesina, brindó un discurso donde uno imagina la incomodidad del presidente argentino ya que, de corrido y sin titubear, afirmó que “lo público debe ser mejor que lo privado, no hagan caso a voces que tratan de envenenar la mente de la gente”. Mal trago que suele ocurrir cuando se desconoce de política internacional y cuando se prioriza una relación que, cuanto menos, es de escasa importancia entre países: a la Argentina y El Salvador no lo unen ni cuestiones inmigratorias, ni relaciones comerciales ni la semejanza de situaciones estratégicas comunes. Sólo parece sobresalir la coincidencia de ser gobernados por dos outsiders del sistema político. Demasiado poco para algunas puestas en escena.
Como en la obra de teatro Art, que tiene como disparador conflictual, la discusión entre tres amigos por la compra de un cuadro blanco, donde el dueño paga una ponchada de plata por algo que uno de ellos “no ve”, los libertarios argentos, ensimismados en cierto enojo, desconcertados por haber sido sorprendidos en acciones que representan lo peor de la política, por ejemplo en eso de hacer negocios con organismos internacionales de dudosa prosapia, mientras se intentan mostrar inflexibles con los que peor la pasan, se enfrentan, ahora sí como novedad, al riesgo de la deslegitimación política. ¿La ven?
Hasta ahora, sin haber conseguido superar el techo de aprobación que impuso el resultado electoral de noviembre, el oficialismo se las ingeniaba para conservar ciertos nichos de apoyo a partir del fracaso de las experiencias coalicionales recientes y sobre la base del concepto que había que hacer el esfuerzo, el cual era irremediable a partir del nivel de la crisis existente.
Pero ahora bien, si la propuesta se apalanca en un presidente encerrado en sí mismo, con funcionarios de su extrema confianza haciendo negocios sobre los cuales la Justicia ha puesto la lupa y regodeándose de una mezcla de crueldad y cinismo nunca vistos sobre ciudadanos y ciudadanas que enfrentan severas condiciones de exclusión y precariedad, más temprano que tarde esa legitimidad conseguida, puede entrar en zona de riesgo. Y allí ya no importará la “novedad” de un país gobernado desde la más extrema de las debilidades institucionales.
En la semana del amor y del desamor, nos recomponemos como podemos, buscamos en el fondo de la historia los ejemplos que nos fortalecen y allí aparecen las Norita Cortiñas de la vida. Adiós querida compañera. Hasta la Victoria Siempre…
(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez