A dos semanas del convite, ¿habrá sol del 25 o los nubarrones ocuparán el espacio del cielo libertario? La pregunta, a tan poco tiempo, no parece menor. En un oficialismo compuesto por una minoría intensa que tiene a su favor un consolidado liderazgo, pero que se encuentra atravesado (y abrumado) por un fuerte internismo, no abundan las buenas noticias más allá del colaboracionismo militante de parte del entramado comunicacional y de la sociedad conformada con el gran capital, que imagina una ventana de oportunidades para hacerse aún más poderoso. Si el Pacto de Mayo era una especie de referencia que permitiría construir una hoja de ruta, estructurada sobre ideas comunes y coincidentes con algunos dirigentes cercanos y otros necesitados, la misma parece poco visible en el camino, en un contexto donde el conflicto social lejos está de desescalar. Entre medidas de fuerza, mosquitos que no se van con el frío y auroras australes, querido lector, estimada lectora, arrímese al fogón con ganas y sin titubear. Sea usted bienvenido y bienvenida.
Mientras se espera la confirmación semanal de la baja de la inflación, gran logro que permitiría dejarnos más o menos en el mismo lugar en que lo había dejado la desastrosa gestión del Frente de Todos allá por octubre de 2023 (pero en aquella oportunidad con algo más del 5% de desempleo), la ausencia de buenas noticias no dejan de sucederse en el oficialismo.
Las empresas energéticas no están dispuestas a recibir el bono que propone el gobierno para saldar su deuda de nada más y nada menos que U$s 2.200 millones, con fecha de vencimiento a 2038 y con un valor del 50%; en la semana se confirmó el dato de la caída de la producción manufacturera en 21.3% interanual; la ley Bases se encuentra ralentizada a partir de la inexistencia de acuerdo con la oposición amigable en el Senado; el paro que se llevó adelante el día jueves tuvo un evidente impacto en el sistema político y el choque de trenes del último jueves en Palermo, no parece dejarlo sin responsabilidades a los funcionarios de la administración nacional.
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En el caso de la Ley Bases, nadie se atreve a afirmar públicamente que será rechazada en la Cámara Alta, ya que las negociaciones persisten a partir de los intereses cruzados. Pero sería importante no dejar de observar que, según lo anunciado por José Mayans, jefe de bloque de Unión por la Patria, el número de treinta y tres está consolidado y que se trabaja firmemente sobre la posibilidad de conseguir los restantes cuatro votos que le brindaría una derrota de proporciones al mundo libertario.
Tal vez pueda pensarse que el formoseño está sobreactuando, pero no deja de llamar la atención cómo, con el correr de los días, aparecen “novedades” de un proyecto de ley que tendría más problemas que soluciones, tal como quedó demostrado con los cuestionamientos que recibió el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI) y que ganan en masa crítica en el sistema político.
De hecho, más allá de algunas escasas voces públicas de los gobernadores, principalísimos invitados al festín, nadie agita demasiado el parche (con el anfitrión Martín Llaryora incluido), dado que los límites que impone el tratamiento de la ley fetiche del gobierno se hacen cada vez más evidentes.
En las últimas horas trascendió el rumor de que los mandatarios provinciales desean tener una reunión con el presidente en persona, el cual ha dejado cualquier tipo de negociación en manos de su asesor estrella Santiago Caputo y el ministro del Interior Guillermo Francos. ¿Habrá encuentro? Difícil de predecirlo para un dirigente como Javier Milei que ha hecho del relacionamiento con pares que no le reportan políticamente, una denostación sistemática y permanente. El mayor logro conseguido por quienes lo rodean, es que el primer mandatario no aborde demasiado el tema en declaraciones públicas, para no desarmar lo que puedan tejer sus colaboradores antes nombrados.
De alguna forma, esa centralidad sí fue buscada como respuesta al paro que se llevó adelante el día jueves. El presidente hizo gala de una serie de analogías de dudosa interpretación vía X; la ministra de Seguridad se prestó a un nuevo papelón en su carrera política, subiéndose a un colectivo de una empresa de transporte que, supuestamente, brindó el servicio, sin tarjeta SUBE primero, y sin saldo en la misma después; no faltando, además, las siempre atractivas “cuantificaciones” que expresan cuánto dinero perdió el país. Hermosa truchada a las cuales no pocos medios recurren, sin el más mínimo apego a los datos, en el intento de construcción de sentido sobre una medida de fuerza donde los malos siempre son los sindicalistas y donde el trabajador sería una especie de sujeto sin conciencia política que puede ser arriado cual vaca que se lleva al corral.
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El paro fue contundente. En su análisis, que lejos está de ser simplificado, sí debe decirse que en el pasado hubieron otros que fueron más importantes y que, sobre todo en el comercio de cercanía, ciertas urgencias (según CAME, la caída en lo que va de 2024 en las ventas en el sector minorista ronda el 18,4%), obligan a seguir adelante pese a todo.
Pero si hablamos de medidas de fuerza y de interpretaciones forzadas que rodean el ridículo, las palmas parecen llevárselas el conjunto del funcionariado santafesino que supimos conseguir, que intentó tapar el sol con la mano. El paro llevado adelante por docentes, estatales, municipales y médicos durante el día miércoles reflejó una ciudad de Rosario semi vacía en sus calles al amanecer.
La contundencia fue más que evidente y dejó, por ejemplo, en un segundo lugar la obligatoriedad impuesta a docentes de notificar vía declaración jurada su asistencia a sus lugares de trabajo. Con la inmensa mayoría de las escuelas cerradas, tanto de gestión pública como privada, unas pocas horas después, en el medio de una forzada discusión (también aquí) sobre la contundencia del paro, los funcionarios provinciales no tuvieron mejor idea que salir a plantear que unos 31.000 docentes afirmaban haber ido a trabajar.
No se sabe muy bien quien le vendió la genial idea al gobernador Maximiliano Pullaro de imponer el premio a la asistencia perfecta sin discusión paritaria, a lo guapo y que eso luego se complemente con formularios por llenar que arman un berenjenal y embrollo del cual no se sabe muy bien luego cómo salir. Sobre todo si el ministro del área, José Goity, a cinco meses de haber asumido, en plena luna de miel con el electorado y de cara a la sociedad, se la pasa hablando de planillas, de aquellos cargos docentes que dejaron afuera del presentismo encubierto y no del modelo de educación que el Poder Ejecutivo quiere llevar adelante. En mi Tablada natal me enseñaron que del ridículo no se vuelve. Pero habrá que ver, la magia de la política a veces produce milagros.
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El silencio de los gobernadores de cara al 25 de Mayo, Pullaro incluido, demuestra los límites del propio gobierno. Cuando Milei hizo la convocatoria, allá por el 1º de Marzo cuando dejaba inaugurado el período de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación, el plazo de casi tres meses parecía un tiempo más que prudencial para ir tejiendo acuerdos que le regalaran una imagen al estilo Pacto de la Moncloa argento, el cual el mismísimo Carlos Menem no pudo lograr, debiendo conformarse con una foto con Raúl Alfonsín que le dio marco al Pacto de Olivos y a los famosos Núcleos de Coincidencias Básicas.
Pero el oficialismo enfrenta dos problemas que son hijos de una misma matriz. Por un lado, el líder libertario descree firmemente de la idea de acuerdo político de alto nivel. En su nula formación al respecto, toda idea de diálogo se parece y mucho, a una especie de cesión ante la casta que, supuestamente, detesta. Por lo tanto, sólo cabe la idea de domesticar al conjunto desde la fortaleza que supone el manejo de los recursos que brinda ese mismo Estado que es cuestionado por ser una asociación criminal. Pero la política sostenida en el tiempo necesita bastante más que el soporte dinerario.
Es probable que, como marcan muchas encuestas, la imagen positiva de Milei ronde el 50%, que eso represente hoy una buena noticia para el mundo libertario, pero también, corre el riesgo que ese pueda transformarse en su techo y, más allá de la firmeza de las convicciones, las intensidades de los partidarios no siempre es suficiente, lo cual sabe con hondura la propia Cristina Fernández de Kirchner.
Por otro lado, un gobierno que se ha sustanciado desde el reino de las redes, convive con el problema de un “afuera” que supone múltiples desafíos y variables que no siempre se manejan. Twitter, Instagram, Tik Tok y en menor medida Facebook, te permiten construir lazos identitarios y de cercanía virtual en el cortísimo plazo de esa inmediatez que traen de suyo. Como en el fútbol, donde equipos mediocres que pegan rachas que les permiten ganar torneos y luego cuando se deben sostener en el tiempo, se desarman como un cúmulo de hojas secas que se lleva el viento; la política requiere algo más que inmediatez, sobre todo si aparecen propuestas (aunque sean modestas) de mediano plazo. No se convoca y muchos menos conduce, a un pacto para la próximas décadas desde las certezas que brinda nuestro individualismo, por más asertivo que creamos que resulta. Allí radica buena parte del intríngulis libertario que no puede mostrar de antemano el supuesto éxito del Pacto de Mayo.
A escasos trece días nadie sabe a ciencia cierta si el sol del 25 reflejará su luz sobre las serranías cordobesas, si el oficialismo se enfrentará a una circunstancia virtuosa para sus intereses o a un papelón deslegitimante. Lo que sí cada vez queda más claro es que, como se hace en la pesca, para tirar la plomada lejos, hay que tener tanza. Y el oficialismo pretende mostrar como una virtud contar con poco hilo en el carretel. En un par de semanas sabremos hasta dónde llegó la línea.
(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez