La fecha ya pasó. El hecho político que todo el país esperaba sucedió. La elección del 22 de octubre comienza a quedar en el espejo retrovisor y las reinterpretaciones fluyen. Desde los protagonistas que jugaron el juego, desde los que tienen una chance más y desde el conjunto del sistema que asume que nada está definido por sí mismo, no son pocos los sorprendidos, pero las 48 horas posteriores al resultado del último domingo dejan tres conclusiones básicas: el perfil ecléctico del electorado argentino; la inexperiencia libertaria que paga un alto costo por haber intentado barrer con todo el espectro de una sola vez y para siempre; y la descolocación de no pocos voceros que no terminan de decodificar los casi 37 puntos del vencedor.
Si uno mira el proceso electoral de este 2023 como un todo, entenderá la complejidad que acarrea su decodificación. No sólo porque además de la nacional han existido otras 24 jurisdicciones provinciales con sus propias complejidades, sino porque, si uno mira cómo había quedado dispuesto el mapa electoral argentino a partir del 13 de agosto y lo revisa ahora, no podrá dejar de sorprenderse por el cambio cromático.
El abordaje interpretativo debe ser quirúrgico y alejado de toda idea pre conceptual. Lo primero que debe decirse es que entre PASO y generales se produjo un aumento de la asistencia electoral del 8%, lo que representa algo así como 3.080.000 más de votantes. Cuatro de las cinco fuerzas obtuvieron más votos: Unión por la Patria 3.165.000, La Libertad Avanza 767.000, Hacemos por nuestro país 876.000 y el Frente de Izquierda y de Trabajadores 80.000. Fue Juntos por el Cambio la única fórmula que perdió votos respecto del 13 de agosto, algo así como 431.000. Evidentemente, Patricia Bullrich no pudo fidelizar al electorado de Horacio Rodríguez Larreta.
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En términos porcentuales sobresalen Sergio Massa y Juan Schiaretti ya que mientras el primero creció 15% a partir de los números de su interna, el cordobés casi duplicó su base electoral. Ahora bien, vale preguntarse el porqué de ese aumento tan exponencial de ambos.
Del primero puede decirse que se combinaron cuatro factores: la influencia del miedo a todo aquello que proponía Javier Milei en una veta destructiva, el rechazo a la figura de la presidenta del PRO, un peronismo que, esta vez, sí se movilizó en su conjunto incluyendo a gobernadores, sindicatos y una militancia que no se circunscribió sólo a la calle sino que supo plantear algunas discusiones en el terreno de lo virtual, ese que parecía territorio exclusivo de los libertarios. Por último, la centralidad de Massa y, según descubren muchos ahora (con el diario del lunes todos somos técnicos) una muy profesional campaña que no dejó detalle librado al azar.
Del segundo, y pese a lo que muchos afirmaron sobre la rigidez y la consecuente inutilidad de los debates, éstos le dieron una visibilidad que hasta ese entonces el gobernador cordobés no tenía. La utilización de un discurso federal y su visualización como un hombre de gestión, le permitieron crecer a costa del mismísimo Juntos por el Cambio que, si desde 2015 para aquí, la provincia mediterránea había sido un bastión amarillo inexpugnable en las elecciones nacionales, en esta oportunidad quedó tercero.
Pero si el tigrense y el cordobés sobresalieron por su expertise, el mundo libertario quedó preso de su primera vez. La voracidad electoral, pero fundamentalmente su inexperiencia política llevó a Milei a adelantar un escenario que nunca había construido: tres puntos de diferencia no convierten a nadie per se en ganador en una primera vuelta, y mucho menos en un país como la Argentina donde existen tradiciones políticas como las del radicalismo y el justicialismo muy enraizadas.
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En ese contexto y sin una estructura partidaria propia que solidificara la sorpresa de setenta días atrás, el recurso de ir por todo, de no dejar resquicio alguno para un dialogo posterior porque el resto del espectro político representaba a la casta que había que barrer, puede parecerse mucho al fenómeno de una indigestión cuando uno come mucho y rápido. Esa estrategia sólo puede servir si se sale ganancioso, dado que el paso siguiente será la imposición de condiciones. Pero en la derrota, la taba se da vuelta.
Esa inexperiencia, que en los dos días siguientes se han parecido mucho a la desesperación, llevó a Milei a dar un discurso en la noche del domingo que muy lejos estuvo de brillar por su originalidad. Inteligentemente, trató de seducir al electorado cambiemista, pero lo hizo de la peor manera en un doble sentido: mientras por un lado anunció hacer “tabula rasa” con lo recorrido hasta allí para lograr un acuerdo con la dirigencia amarilla, por otro eligió al kirchnerismo como el enemigo a desterrar de la faz de la tierra, error que también cometió la propia Bullrich durante toda la campaña, al tensionar con un actor político que no resulta inexistente pero que no tiene la centralidad de antaño. Milei salió segundo y compró la retórica del tercero. Alguien lo engañó.
Lo que subyace allí es una visión equivocada e inexperta (otra vez) de la política, donde se cree que uno más uno es siempre dos y que, en este caso, si se compra la línea discursiva de Bullrich, por añadidura, los casi 30 puntos libertarios más los 23 de Juntos por el Cambio le garantizarían ganar en el balotaje.
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Parece desconocer Milei que esos números de Juntos por el Cambio no pertenecen de manera exclusiva al PRO, sino que también lo integran un conjunto de hombres y mujeres radicales que no están del todo dispuestos ni dispuestas a aceptar sin más, las dosis de violencia a las que fueron sometidos hasta hace horas. Algo parecido le pasará con la izquierda argentina a la que, según declaraciones del día lunes, le ofrecería el ministerio de Capital Humano porque en definitiva “ellos son los que saben de esas cosas”. Si la novedad libertaria venía a romper con el sistema de la casta y de la prevalencia de zurdos y socialistas (que eran excremento humano), cuesta entender cómo le explicaría a su base de sustentación, sin riesgo de perder parte de la misma, el cambio de grieta en poco menos de 20 horas.
Pero el éxito peronista no sólo dejó descolocado al mundo libertario. No fueron pocos los comunicadores, analistas y dirigentes vinculados a Juntos por el Cambio que reconocen no entender qué pasó teniendo en cuenta la alta inflación existente y los casos de corrupción que pocos días antes de las elecciones salieron a la luz, con muchísima profusión de la corporación mediática. La afirmación, entre despectiva e incrédula, supone que el electorado argentino ya se ha alejado de cualquier tipo de ponderación moral de lo público y que por eso vota cualquier cosa mientras el plan “platita” funcione.
Aquí también hay una desvalorización de lo que se desconoce. Las elecciones no marcan la evolución positiva o negativa del electorado de acuerdo a que se vote según nuestros valores. La idea de lo legal como un fenómeno de construcción política, tiene severos límites a la hora de poder satisfacer determinadas necesidades ya que, según las circunstancias, puede hacer influir en una elección pero el fenómeno no siempre habilita los resultados deseados. Si el conurbano bonaerense premió con su voto mayoritario a Axel Kicillof, y esto se escribe a la distancia, es porque probablemente la gestión sea ponderada por los bonaerenses y porque tal vez y sólo tal vez, los candidatos a los que el gobernador actual dobló en números, nunca hayan dado la talla de mostrarse como mejores cuadros políticos.
Pero esa no es la única razón por la que hay que relativizar a lo legal como forma de construcción política y a los consecuentes resultados electorales. Decimos esto porque si ese eje debiera estar siempre presente, no se entiende del todo cómo Mauricio Macri ha podido ser ponderado, en determinada etapa, por amplios sectores del electorado y de la prensa bien pensante de la Argentina. Preguntas como al pasar: ¿no había desvelos morales ante un hombre que siempre ha usado al Estado para sus negocios e intereses personales?, ¿La medición de eticidad y moralidad, siempre deben operar en un solo sentido? Dudas para que cada uno las conteste como le plazca.
Subyace tal vez, otro problema en las sorpresas libertarias y de algunas figuras mediáticas. El dolor de ya no ser. Para los primeros porque acaban de recibir una lección en clave electoral que tal vez no puedan resolver del todo en los próximos 25 días que se avecinan y en los segundos, porque parece que algunas operaciones y centralidades ya no alcanzan para cierto desbalanceo político. Un poco de cordura y humildad, tal vez sean claves para el tiempo que viene. La mayoría del electorado ya se los hizo saber…
(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez