Resultados domingueros previsibles. El intento opositor de establecer algunas reglas mínimas para sobrellevar un proceso de internas sin que todo vuele por los aires, a la vez que reivindica la intentona de una nueva jugada cortesana en una provincia definitivamente esquiva a sus intereses. Una carta que se explica por sí misma aunque su autora reclame “comprensión de texto”, en un programa de televisión que alcanza niveles récord de audiencia para una señal de cable. Todas estas circunstancias explican buena parte del devenir político de los últimos días en una Argentina que, de a poco, profundiza su modo campaña. Revisemos.
Si ponemos el rewind (generación Z, abstenerse) y miramos a la distancia, el escenario parecía ideal: un gobierno con problemas evidentes de cohesión interna, datos de pobreza e inflación en alza y el desgaste que supondrían cuatro años de gestión. Cualquier consultor político que se precie y que resulte contratado para dirigir la campaña de un espacio opositor, se frotaría las manos ante el cúmulo de oportunidades imaginadas de cara al proceso electoral. Pero nada es tan lineal y sencillo en un país como la Argentina. Y las certezas que algunos parecían dar como definitivas unos pocos meses atrás, comienzan a desvanecerse de la misma manera que la idea de un otoño frío y seco.
La lógica que había surgido desde comienzos de año parecía más o menos sencilla para el mundillo de Juntos por el Cambio: con un oficialismo debilitado por las razones antes expuestas, sólo quedaba definir los nombres de quiénes serían los protagonistas encargados de devolver a la fuerza amarilla al gobierno de los argentinos. Pero pasaron cosas: su propia interna ha escalado a niveles casi desconocidos para el gran público, la figura de Javier Milei ha crecido de manera no prevista, y las elecciones provinciales, por ahora, no son (ni por asomo) lo que se esperaba desde el PRO.
En ese sentido, el proceso electoral de los estados subnacionales ya alcanza a un tercio de los mismos (ocho) y de las cuales pueden sacarse tres conclusiones: a diferencia de las legislativas pandémicas de 2021 prevalecen los oficialismos; excepto el caso de Jujuy, Juntos por el Cambio (o sus colectoras) ha sido ampliamente derrotado y Libertad Avanza, no se hace visible en las urnas.
Históricamente, en años de comicios por cargos ejecutivos, el sistema electoral argentino convive con dos escenarios paralelos que se retroalimentan entre sí: mientras se desarrollan las elecciones provinciales, la campaña nacional toma forma. Muchas veces de manera separada e independiente, pero en esta oportunidad, la falta de definición de las candidaturas, principalmente en el Frente de Todos, ha propiciado que cada votación sea puesta bajo la lupa de manera protagónica.
El dato original de este 2023 muestra al espacio opositor buscando respuestas por fuera de los límites que impone un proceso electoral: la definición cortesana que terminó obligando a Juan Manzur a bajarse de una candidatura a vice gobernador de Tucumán y a poner en lista de espera al deseo reeleccionista de Sergio Uñac en San Juan; ha tentado a algunos protagonistas a probar suerte en el máximo tribunal, negando lo que dicen las constituciones provinciales y con interpretaciones forzadas de la Carta Magna sancionada en 1853. Si ya se limitó el derecho al sufragio en dos provincias, algunos imaginan que tal vez pueda haber una tercera.
https://twitter.com/insfran_gildo/status/1658635077843025920
Es el caso de la novedad de la semana, donde un dirigente opositor formoseño no tuvo mejor idea que presentar un amparo para que la Corte impida la candidatura del actual gobernador de Formosa Gildo Insfran. El litigante no tuvo el mejor de los viernes: una vez que el máximo tribunal le dio vista al Procurador, éste desestimó el pedido por considerar que los supremos no tienen competencia en el asunto. Por lo demás, si los cuatro de la calle Talcahuano decidieran repetir el espíritu de hace un par de semanas atrás, generarían dos hechos simultáneamente vergonzosos: un verdadero escándalo político y un aún más desechable antecedente jurídico dado que la Constitución de esa provincia, no impone límite de reelecciones y, además, deslegitimaría a un ciudadano que gobierna ese territorio desde hace, nada más y nada menos, que dieciocho años, elegido a través del voto ciudadano.
Ya no basta con judicializar leyes que son sancionadas de manera legítima por el Congreso de la Nación o decretos del Poder Ejecutivo que corresponden a su derecho de gestionar. A partir de algunas “primicias” que transcienden en la corporación mediática, buena parte del sistema político se empieza a preguntar hasta donde estará dispuesto a llegar el cuarteto de jueces supremos.
En nombre de la república y las alternancias parte de la política se vuelve a denigrar a sí misma, negando la esencia de la voluntad popular y buscando por fuera de ella lo que las mayorías no parecen otorgar.
En este contexto, los dos espacios más importantes siguen atravesando coyunturas disímiles a la vez que semejantes y que podrían ser sintetizadas en la existencia de profundos procesos internos, pero que empiezan a dar señales de cierto ordenamiento que imponga algunas reglas relativamente claras.
Para el caso del Pro, a pocas horas de haberse conocido los resultados en las provincias de Tierra del Fuego, La Pampa, Salta y San Juan, la conducción partidaria nacional intentó dar una señal hacia afuera, pero fundamentalmente hacia adentro, al decidir que el precandidato para la Ciudad Autónoma de Buenos Aires será definido por un mix de encuestas y que en la provincia más grande del país, cada pre candidato presidencial llevará el suyo propio para la gobernación.
El espacio fundado por Mauricio Macri enfrenta un serio problema para la elección de CABA y que tiene nombre propio: Martín Lousteau. El actual senador cuenta con una buena proyección en las encuestas y nadie puede confirmar del todo que el triunfo interno del PRO esté asegurado. Llevar dos candidatos por el mismo partido suponía una partición del voto que sólo le convendría al creador de la tristemente célebre Resolución 125.
Del otro lado, en el Frente de Todos, y más allá de los reiterados argumentos del ministro de Economía Sergio Massa pidiendo unidad para una mejor gestión, la centralidad política de la semana le volvió a corresponder, por una doble acción, a Cristina Fernández de Kirchner. En primer término por la carta publicada en sus redes, el mismo día y unos minutos después que se celebrara el congreso partidario en el micro estadio de Ferro, donde se había pedido por una “Cristina presidenta”. En la misiva digital volvió a ratificar lo anunciado el 6 de diciembre, cuando se conociera el fallo condenatorio de la causa “Vialidad”, desistió de participar como candidata (para cualquier cargo) del proceso electoral de este 2023. El sacudón político para quienes habían activado el operativo clamor no fue menor.
https://twitter.com/CFKArgentina/status/1658585951789109250
El segundo hecho refiere a la presencia de la vicepresidenta, por primera vez luego de seis años, en un set de televisión. En esta oportunidad, en el programa Duro de Domar que alcanzó la friolera para un canal de cable, de casi once puntos de rating. Si a ese número le agregamos el seguimiento en redes y en diversos canales de You Tube, es probable que su presencia televisiva la hayan seguido no menos de 1.500.000 ciudadanas y ciudadanos: un número nada desdeñable para una supuesta muerta política que desde hace veinte años incide en el juego de las grandes ligas.
Más allá de las apuestas previas de muchos de sus partidarios, Cristina obvió las grandes definiciones que refieren a candidaturas. No fustigó al presidente y a sus funcionarios más cercanos (no es poco), reivindicó por primera vez en mucho tiempo a éste, como un gobierno infinitamente mejor que el de Mauricio Macri y se la notó sensibilizada cuando le tocó hablar de la situación de su hija y del recuerdo de su compañero Néstor Kirchner. Pidió salir rápido de ese lugar, y no se privó de hablar de un escenario de tercio electoral, tal vez su definición política más importante.
La ex presidenta confirma lo que muchos encuestadores han dejado traslucir desde hace algunos meses: ya no existe un escenario antitético de uno contra uno, donde Juntos por el Cambio y el Frente de Todos disputarían el premio mayor, sino que el supuesto libertario Javier Milei tallará de manera determinante en agosto y octubre. Según ella, si ya no son dos sino tres, la clave para el oficialismo pasa por llegar al ballotage. Los nombres propios, más allá de las ansiedades y las múltiples interpretaciones, te los debo. No falta demasiado para ello, pero por ahora, este analista supone que Cristina insistirá con la idea de un programa que aglutine al peronismo, pero que fundamentalmente, “re enamore” al electorado.
Y del otro lado, en parte, parecen haber recogido el guante. La convocatoria del presidente Alberto Fernández al acto del 25 de mayo que organiza el cristinismo, celebratorio de los veinte años de la llegada al poder del kirchnerismo, puede ser una buena forma de fomentar algunos puntos de encuentro que vayan más allá de un acuerdo de unidad o de la celebración de las PASO.
Eran dos provincias condicionadas por decisión cortesana y algunos pretenden que ahora sean tres. Cerrábamos 2022 con la hipotética disputa entre peronistas y cambiemistas para las elecciones presidenciales de este año, pero apareció un nuevo protagonista que, ahora parece ser, nadie quería del todo. Multiplicidad de actores, complejidad de perspectivas. Nadie la tiene del todo fácil.
(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez