Las niñas buenas masacradas, las malas se lo merecían por putas. Un genocidio se lleva a cabo sobre nuestros cuerpos y por primera vez el pueblo oprimido, ese sub-pueblo, se animó a pedir que lo dejen vivir. Un reclamo, un poco obvio, ¿no?. Y sin embargo, tan postergado.
En el 2015, un 3 de Junio hubo una revuelta épica que quebró al medio la historia del patriarcado en Argentina. Fogoneado por medios que, sin saber en el fondo qué se estaba discutiendo, salieron a fotografiar estrellas con cartelitos de “por favor, no nos maten más” quizás con la prepotencia de subirse a cualquier ola que desembocara en la salida del poder de la conductora del campo popular.
Gracias por la visibilidad. Sin embargo ya a cuatro años del puntapié inicial mediante el cual se destaparon grandes redes de violencia hoy no puedo dejar de preguntarme ¿De qué hablamos cuando decimos “Ni una menos” hoy? ¿Es un slogan, una efeméride, o una excusa para salir a tomar las calles a conquistar lo que es nuestro?
Esta semana volví a sorprenderme de la impunidad de ciertas personalidades cuando leí algunos tuits como por ejemplo nuestro presidente felicitando a la más patriarcal de las feministas. Sí, Fabiana Túnez, la buena alumna modosita que no se queja y agradece el vuelto.
“Felicitaciones a Fabiana Túñez por haber sido elegida una de las 100 personas más influyentes del mundo en temas de género entre más de 9000 candidatos de todo el mundo ¡Grande Fabiana!”, le puso Macri, el feminista menos pensado.
“Muchas gracias señor presidente por definir la temática de las mujeres como Agenda de Estado por primera vez”, le contestó ella, la más gorila de las feministas.
Ahí, públicamente y a la vista de millones de personas, quedó expuesta la alianza nefasta entre la política onegeísta y quienes representan la desguace del Estado, en perfecta cínica armonía.
Sin entrar en personalismos, que son para mesa de café, advierto el peligro a lo lejos de la derechización de un movimiento que surge en el mismo seno de la opresión y que al masificarse está expuesto, como todo, a la apropiación liberal o “pinkwashing”, como le llaman en el mercado.
La derecha siempre avanza, básicamente porque tiene fondos y CEOs, mientras que el campo popular requiere de tiempo y sensibilidad para la organización, porque sabemos que nadie afuera, porque esperamos a que todas coman, porque entendemos las tensiones de los procesos políticos y estamos dispuestas a construir una política a la altura. Una política nuestra.
No tengo dudas de que el feminismo popular es el sujeto político de este tiempo, el que viene con esa síntesis maravillosa de teoría y pragmatismo y compañeras dispuestas a cambiarlo todo. No tengo dudas de que entre tanta desidia son las compañeras las que hoy sostienen las ollas y amansan el frío. Ni que son las travas las que ponen palabras ahí donde se acaba la certeza.
Por eso compañeras, como el lunes y cada vez que podamos, somos nosotras las que en la calle, en las camas y en las listas le damos batalla al patriarcado. No hay un feminismo que nos represente, más que el que construimos cada día con la que tenemos al lado. Con las que creamos proyectos colectivos y moldeamos un país.
Si a una mujer, la que más derechos sociales, políticos y económicos nos dio, la más cuestionada por ser o “demasiado engreída y poderosa” o por “no ser lo suficientemente deconstruida”, le hicimos una de las más grandes movilizaciones feministas, no me imagino lo que haremos este último 3 de junio de gobierno macrista, después de 4 años de empobrecimiento alojados en nuestros cuerpos feminizados como en ningún otro.
Este gobierno de machistas se termina, y sabemos, no hay otro destino del campo popular que no sea feminista, y que no hay otro destino para el feminismo que no sea popular.
(*) Andrea Conde es Legisladora Porteña y Presidenta de la Comisión de Mujer, Infancia, Adolescencia y Juventud.
¿De qué hablamos cuando decimos “Ni una menos” hoy? ¿Es un slogan, una efeméride, o una excusa para salir a tomar las calles a conquistar lo que es nuestro?
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