El gobierno vino en sus primeros dos años aplicando un esquema de metas de inflación, tal como indica el manual ortodoxo. El funcionamiento del mismo es de lo más básico: si la inflación es mayor de la que el banco central tiene como meta, este le pega un tirón hacia arriba a las tasas de interés a la espera de que los precios moderen su crecimiento. Si ocurre lo contrario y la inflación es demasiado baja, el banco tiene margen para bajar las tasas. La idea central es que a través de enfriar un poco la economía por el encarecimiento del crédito y orientando las expectativas de los actores económicos, la inflación será menor. La evaluación del éxito de esta política para bajar la inflación, al cabo de medio mandato presidencial, se la dejamos al lector.
Bajo este esquema, el gobierno anunció el jueves pasado la modificación de la meta inflacionaria, pasándola de entre el 8 y el 12% a una del 15%. A simple vista uno diría “bien, la meta se ha vuelto un poco más realista”. Pero el Banco Central de la República Argentina (BCRA) no sólo modificó las metas sino que también bajó la tasa de interés, a contramano de lo que indica su mitad de la biblioteca. Es que “el mercado” esperaba una inflación para 2018 de 16,6% antes del anuncio, es decir, la ortodoxia hubiera indicado “suba más las tasas y espere que las expectativas de mercado caigan hasta su nueva meta del 15%”.
¿Por qué traicionar todo el esquema?; ¿Por qué Sturzenegger rompería sus manuales hasta quedar en ridículo? Muchos sostienen que el gobierno buscará a través de la baja de las tasas de interés un dólar no tan apreciado que se mueve con mayor velocidad hacia arriba para no complicar más aún el enorme déficit externo y que esta sería la verdadera causa de la baja en las tasas. ¿Y ahora qué? Pongámoslo en estos términos: el gobierno tiene tres grandes precios para “pisar” en busca de bajar la inflación: el dólar, las tarifas o los salarios. De hecho, la mitad de la biblioteca que no usa el gobierno, indica que el funcionamiento real por el cual la tasa de interés puede llegar a bajar algo la inflación es a través de un dólar barato o ancla cambiaria. Esta opción es a la que habría renunciado en parte el gobierno con el anuncio del jueves. ¿Pisarán las tarifas? Evidentemente no. Queda pisar el salario. De ahí que ya corra la versión de que desde el Estado se buscaría un paritaria cerca del 15% sin clausula gatillo.
Para inferir qué resultado daría para los trabajadores esta paritaria, volvamos a las expectativas de “el mercado”. Estas son medidas por el BCRA en base al REM (relevamiento de expectativas de mercado), que no es más ni menos que 60 entidades (consultoras, fundaciones y bancos) que arriesgan sus pronósticos cada mes. Como son meros pronósticos lo más factible sería que los optimistas erren por abajo, otros erren por arriba y así más o menos, en promedio, den en el clavo. Bueno, esto último no ha ocurrido ni por asomo.
Lo que ocurre es que sistemáticamente los pronósticos resultan ser optimistas, mes tras mes las consultoras esperan una inflación debajo de la que efectivamente tiene lugar. Que esto último dependa de que 15 de las 60 entidades consultadas tenga o haya tenido contacto directo con un funcionario del gobierno, es una posibilidad. Por mi parte, prefiero creer que los consultados tienen una ideología que coincide con la mitad de la biblioteca que utiliza Sturzenneger y entonces esperan, mes tras mes, que sus políticas tengan algún tipo de efecto para bajar la inflación.
En concreto, estas entidades pronosticaron a fines de 2016, en promedio, un 19,6% de inflación para 2017 y hoy vemos que estará cerrando cerca del 25%. Incluso, el 10% más pesimista de las consultoras esperaba un 22,4% y también se quedaron cortos. Mientras que antes del anuncio, e inundadas de su optimismo recurrente, esperaban una inflación del 16,6% para 2018. Según diversos medios, hoy la mayoría de ellos estaría ajustando su pronóstico por la mayor velocidad a la cual se devaluaría el peso con respecto al dólar, esperando una inflación del 18% al 20% para este año.
Para concluir, hay que aclarar que una de las expectativas que intentan moldear las metas de inflación son los reclamos salariales. Como un pájaro carpintero, se pican los sesos de los laburantes durante todo un año, tratando de ajustar la paritaria a la supuesta meta. En 2018, con el dólar y tarifas empujando sobre los precios, los consultores que sistemáticamente se han quedado cortos plantean que la inflación se acercará al 20. El gobierno, ofrecerá el 15 sin gatillo?
(*) Economista de la Fundación para la Integración Federal