Arizona viene siendo desde hace mucho tiempo unos de los lugares más violentos de los Estados Unidos. El intento de asesinato sobre una legisladora demócrata de este estado es el punto culminante de un proceso que ha ido escalando incesantemente en su nivel de violencia e intolerancia
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A lo largo del 2010 el estado de Arizona estuvo presente en los titulares en numerosas oportunidades. La mayoría de ellas producto de la sanción –y las posteriores repercusiones– de una ley inmigratoria (la SB1070) que no sólo criminalizaba a los indocumentados, sino que daba amplísimos poderes de discrecionalidad a las fuerzas de seguridad para interrogar o detener a personas de las cuáles los agentes sospechasen que pudiesen estar en presencia de un inmigrante sin papeles.
Esta ley disparó un agrio debate dentro y fuera de los Estados Unidos, debate que aún no encuentra algún espacio para el menor compromiso. Pero más allá de esta situación, la sanción de esta ley no hizo más que poner en evidencia el alto grado de intolerancia y racismo que impera en un importante sector de la población del estado (por poner el foco solamente en Arizona y no en todo el país). El inmigrante es visto no sólo como un criminal y un delincuente, sino que además, quienes no delinquen, vienen a "robarle" el trabajo a los estadounidenses. Trabajo que, dicho sea de paso, un estadounidense jamás se rebajaría a realizar por el altísimo grado de explotación y desprotección que sufren quienes lo realizan.
A este escenario de violencia latente pero presente –los casos de asesinato de inmigrantes por parte de guardias de frontera cuando todavía están del lado mexicano se acumulan con el correr de los meses– se le sumó la retórica de una de las dirigentes políticas más polémicas e irresponsables que este país haya conocido en mucho tiempo: Sarah Palin.
La ex gobernadora de Alaska y ex compañera de fórmula de John McCain en las presidenciales de 2008, se ha convertido desde entonces en uno de los más reconocidos sostenes del movimiento Tea Party. Y a tono con la furia y la virulencia que muchos de sus militantes muestran contra el gobierno de Barack Oabama, Palin ha alentado una retórica confrontacionista que raya con la apología del delito.
Cuando la temperatura del debate en torno a la reforma del cuidado de la salud iba en aumento, y cuando las campañas electorales comenzaban a tomar velocidad de cara a la renovación del Congreso, Sarah Palin publicó en su página de Facebook la llamada "Target List". Esta consistía en una lista de congresistas demócratas que habían apoyado la reforma sanitaria y a los cuales Palin señalaba sobre un mapa de los Estados Unidos con una diana como las usadas para realizar tiro al blanco, ilustrándolos así como los "objetivos a batir" en las elecciones. Uno de esos nombres era Gabrielle Giffords, de Arizona.
No hacía falta ser un científico brillante para darse cuenta de que la sumatoria de elementos para la construcción de una tragedia estaban todos presentes. Una crisis económica a la cual no se le ve salida; inmigrantes indocumentados que son la excusa fácil para responsabilizar de todos los males; el racismo y la intolerancia presentes aún hoy en amplios sectores de la sociedad; un ambiente de violencia creciente; la libertad y facilidad para adquirir armas de fuego; y la retórica irresponsable de una dirigente que no conoce de límites en sus ambiciones políticas. Pónganlos todos juntos en una bolsa y algún sociópata aparecerá para convertirse en el instrumento que desate la tragedia.
La legisladora demócrata, Gabrielle Giffords, celebraba en la ciudad de Tucson una reunión política al aire libre frente a un supermercado como parte de una iniciativa propia a la que llamaba "El Congreso en tu Esquina" mediante la cual se reunía con los ciudadanos de su distrito para escuchar y discutir los problemas que los aquejaban y poder, a partir de allí, pensar iniciativas para presentar ante el Congreso en Washington. En ese marco, Jared Lee Loughner, un joven de 22 años, se hizo presente en la reunión y abrió fuego sobre la legisladora y sobre la multitud. El saldo: 6 personas muertas, entre las cuales se encuentra un nena de 9 años y un juez federal, y 18 personas heridas, entre ellas Gabrielle Giffords quien recibió un disparo en la cabeza y se encuentra en un estado muy delicado aunque los pronósticos son prudentemente optimistas.
Consumados los hechos, Sarah Palin está ahora en el ojo de la tormenta. Luego de varios días de silencio, publicó un video de ocho minutos en su página de Facebook donde supuestamente tenía el propósito de aclarar sus posición y desvincularse de ese suceso, pero no hizo más que agregar más leña al fuego. La simple mención a "un libelo de sangre", una frase históricamente utilizada para justificar el antisemitismo, ha tenido el efecto de agudizar la polémica y profundizar el abismo entre la ex gobernadora de Alaska y sus detractores.
Las palabras de Palin desataron inmediatamente una tormenta en Internet, donde durante horas se mantuvo un tráfico intenso sobre la intención de la ex gobernadora al utilizar unas palabras que, como mínimo, representan una ofensa para los judíos y una comparación inoportuna con el principal objetivo del ataque de Tucson, la congresista Gabrielle Giffords, que es judía.
"Libelo de sangre" es el término que se acuñó para referirse a la acusación que en la Edad Medía se hacía contra los judíos de matar a niños cristianos para usar su sangre en rituales religiosos. Es uno de los pretextos ancestralmente utilizados para justificar la persecución y los pogromos judíos.
"Los periodistas y los analistas no deberían fabricar un libelo de sangre que solo sirve para incitar el odio y la violencia que pretenden condenar", dijo Palin. La utilización de esa frase en estas circunstancias ha anulado cualquier esfuerzo que pudiese hacer para desmarcarse del episodio de Arizona. Afirma que atentados como el del sábado "empiezan y terminan con los criminales que los cometen" y que no se puede achacar "una responsabilidad colectiva a todos los ciudadanos de un Estado, a los que escuchan los programas de radio, a los mapas que utilizan unos y otros o a los ciudadanos que hacen uso de su libertad de expresión o a los que orgullosamente votaron en las últimas elecciones".
Alguien debería explicarle a la ex gobernadora que si bien es cierto que no se puede responsabilizar a muchos por la acción de una sola persona, también es cierto que un dirigente político con el grado de exposición que ella tiene debería ser más cauta y responsable con sus declaraciones y su retórica porque no es una ciudadana anónima; lo que dice y hace tiene impacto sobre determinado sector social y, en ese sentido, sí es responsable si sus acciones influyen para que una persona desate una tragedia como la de Arizona.
Difícil es decirlo ahora cuando todavía faltan dos largos años para una nueva cita electoral, pero da la sensación de que las aspiraciones presidenciales de Sarah Palin podrían verse seriamente truncadas luego de este episodio.
Mientras tanto, ahora vendrán semanas donde las discusiones sobre si se debe regular más o menos la tenencia de armas o sobre los niveles de violencia presentes desde hace años en el seno de la sociedad volverán a ocupar horas y horas de espacio mediático y político como cada vez que una tragedia de este tipo sacude a este país. Y casi con seguridad esa discusión termine en el mismo lugar donde terminaron las anteriores. En un estante, acomodada junto a la tragedia del mismo tipo que la precedió y a la espera de la próxima tragedia para que le venga a hacer compañía.
(*) Licenciado en Relaciones Internacionales. Analista Internacional de la Fundación para la Integración Federal
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