En una posición coordinada con la Argentina, Brasil y Uruguay, el presidente destituido se abstiene de viajar a Mendoza para cortar la campaña de victimización montada por su sucesor en el poder.
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El ex presidente Fernando Lugo dio un giro y anunció que no viajará a Mendoza para la cumbre del Mercosur, que será continuada por otra de la Unasur. Página/12 pudo establecer que la decisión fue tomada de acuerdo con funcionarios de los gobiernos vecinos para que el Mercosur pueda actuar con las manos libres y para quitarle una carta al gobierno de Federico Franco. En busca de la victimización tras haber destituido a Lugo, el representante ante la Organización de los Estados Americanos dijo que "si quieren conformar otra Triple Alianza, háganlo, que no va a ser la primera vez".
Lugo dijo en Asunción que no participará de la cumbre de Mercosur como invitado "para no influir en las decisiones del bloque".
Tal como informó este diario, el presidente Franco, que hasta el viernes era su vice, dijo que Lugo es la persona clave para destrabar el conflicto internacional provocado por la ruptura del orden democrático y la inmediata repulsa sudamericana.
El canciller Jorge Fernández Estigarribia fue aún más lejos al marcarle a Lugo que como ciudadano y ex presidente tiene la obligación de desarrollar los lazos de Paraguay con el exterior.
El Mercosur ya tomó su primera decisión cuando tres de los cuatro miembros plenos –la Argentina, Brasil y Uruguay– decidieron no invitar al gobierno paraguayo a participar de la cumbre de Mendoza. La suspensión del derecho a ser parte de uno de los encuentros institucionales del Mercosur está en línea con la cláusula del mercado común que permite dejar en veremos derechos y obligaciones en caso de alteración de las reglas democráticas.
Hugo Saguier, el embajador de Paraguay en la OEA, fue el encargado de pulsar la cuerda de la victimización, que parece imponerse como una de las tácticas del gobierno paraguayo.
Como los representantes de la Argentina y Brasil no quisieron que la OEA fijara una postura propia antes de la reunión de Mercosur y antes de la cumbre de Unasur, Saguier les replicó que "la OEA no depende de Unasur ni Mercosur y no tiene por qué esperar la decisión y ya sabemos cuál va a ser".
Sin mostrar pruebas, Saguier dijo que ya circula un proyecto de resolución que expulsa a Paraguay de los dos mecanismos de integración. En rigor, nada está descartado, pero por el momento los diplomáticos sudamericanos barajan suspensiones y advertencias que harán compleja, pero no imposible, la subsistencia de Franco hasta las elecciones de abril de 2013.
Franco no puede presentarse porque ya pasó la mitad del mandato como vice. Lugo tampoco, porque fue destituido también cerca del final de su período, iniciado en 2008, y peleará un puesto en el Senado si logra superar los escollos judiciales que puedan ponerle en el camino los miembros del actual gobierno.
El embajador en la OEA pareció tener en cuenta el frente interno cuando apeló al recuerdo de la guerra de la Triple Alianza, que formaron la Argentina, Brasil y Uruguay el 1º de mayo de 1865. La guerra se prolongó hasta el 1º de marzo de 1870, cuando fuerzas brasileñas mataron al presidente, el mariscal Francisco Solano López. Las bajas fueron enormes, aunque según el historiador brasileño Francisco Doratioto, que escribió en 2002 el libro Maldita guerra, las estadísticas sobre la pérdida de vidas paraguayas oscilan excesivamente y van del 8,7 al 69 por ciento de la población, no solo por muerte en guerra sino por enfermedades y hambre. De todos modos, incluso la cifra más baja resulta elevada. "La reorganización del país llevaría décadas, y en términos comparativos con los vecinos, el Paraguay no consiguió alcanzar el mismo nivel de desarrollo económico anterior a la guerra", escribió Doratioto.
"El pueblo paraguayo mantiene una sensibilidad permanente ante aquella tragedia y por eso Franco decidió tocar esa cuerda", dijo a este diario un dirigente afín a Lugo, que pidió reserva de su nombre.
Hasta donde pudo establecer Página/12 de consultas periodísticas, ni los funcionarios de Brasil ni los de la Argentina piensan que Cristina Fernández de Kirchner o Dilma Rousseff deben o pueden resolver los problemas internos de Paraguay.
Ya no en términos de Estado sino de fuerzas políticas gobernantes, tanto el Partido de los Trabajadores y sus aliados como el kirchnerismo y sus aliados quieren el fortalecimiento de Lugo. Pero el mensaje llegado desde Brasil fue, por ejemplo, éste: "Nosotros ayudamos y a ustedes les toca intensificar las movilizaciones internas".
En este cuadro operan las declaraciones formuladas por Marco Aurelio García, el consejero especial para asuntos internacionales de Dilma, cargo que ya desempeñó durante ocho años con Lula. García recomendó esperar "que la crisis de Paraguay decante para ver cómo va a quedar" y, al mismo tiempo, reafirmó que ni Mercosur ni Unasur se mantendrán impasibles. Intervención en los asuntos internos no y condena sí, podría ser la síntesis de García, quien por si hacía falta explicó que el llamado en consulta al embajador de Brasil en Asunción fue "una señal de desagrado" ante una destitución que definió como "proceso sumario". "No fue debidamente garantizado el derecho a defensa", dijo el consejero con oficina en el Planalto, la Casa Rosada brasileña.
Un comunicado del canciller brasileño Antonio Patriota expresó que "Brasil considera que el procedimiento adoptado (por el Congreso paraguayo) compromete el pilar fundamental de la democracia, condición esencial para la integración regional".
La Argentina retiró a su embajador y la Presidenta calificó la destitución de "golpe".
RELEVAMIENTO Y EDICIÓN: Imanol Barrangú
FUENTE: Página 12