El aceleramiento del crecimiento económico suele ir acompañado de incrementos en los índices contaminantes, presentándonos ante una ecuación tramposa de beneficio económico traducido en mayor perjuicio del medio ambiente. Esta hipótesis fue confirmada tras la llegada de la pandemia del COVID-19. El peligro que la pandemia implica para la salud pública derivó en la implementación de políticas de confinamiento, involucrando restricciones de circulación, el cierre temporal de comercios e industrias no esenciales, y de fronteras.
Las restricciones temporales, y en algunos casos todavía en vigencia, tuvieron efectos en el transporte local, regional e internacional y, consecuentemente, esta situación repercutió en los indicadores medioambientales, observándose bajas en los índices de contaminación. De acuerdo con un estudio, las medidas adoptadas producto de la pandemia han reducido la movilidad mundial en un 90%, siendo el transporte aéreo el más afectado (recortado en un 96%), lo que ha resultado en una disminución del 30% en los niveles de contaminación ambiental (Muhammad, Long, Salman, 2020). En el informe emitido por United Space in Europe (2020), por ejemplo, se indica que el descenso de los niveles de dióxido de nitrógeno coincide con el período de confinamiento.
La pandemia del COVID-19 es considerada por algunos como una bendición disfrazada por su impacto positivo en la reducción temporal de la contaminación. Las agencias especializadas de la ONU en general no ponen el acento en la incidencia que factores exógenos y no planificados pueden ejercer sobre el medio ambiente, sino que se posicionan a favor de la elaboración de políticas planificadas para combatir la contaminación y el cambio climático. En este sentido, la UNEP ha elogiado políticas planificadas de reversión de la contaminación en diversas ciudades, como es el caso de Beijing.
Presencia de dióxido de nitrógeno antes y después de las medidas de confinamiento en Beijing (2020)
En la República Popular de China los índices de contaminación ambiental son muy serios, siendo que provocan un estimado de 1.1 millones de muertes al año y significan $38 billones a la economía nacional (Muhammad, Long, Salman, 2020). El medio ambiente en el país ha sufrido mucho debido a la sobreinversión en una rápida expansión industrial. Gran parte de la producción industrial y el sistema de la ciudad de Beijing se llevaba a cabo mediante la combustión de carbón, siendo uno de los mayores factores de contaminación a nivel regional.
Desde el año 2005, la ciudad ha mantenido una política de reemplazo de la combustión del carbón a la de gas mediante medidas de control de calderas de carbón, uso de combustibles limpios para el sector residencial y optimización de la estructura industrial (UNEP, 2019). Son pocos los casos de las ciudades chinas que han mantenido un crecimiento sostenido de su economía y una disminución de su contaminación ambiental.
La capital china nos presenta ante un caso único. Beijing ha visto en los últimos veinte años un crecimiento económico de un promedio anual de 6,5%, incrementándose 10,8 veces. Mientras tanto, la ciudad fue la primera en el mundo en lograr en cinco años revertir gran parte de su polución ambiental. Mediante la implementación de políticas de prevención de la contaminación y de saneamiento, la presencia de partículas contaminantes en el aire se redujo en un 35% a nivel local y un 25% a nivel regional entre 2013 y 2017, sobrepasando el promedio anual de concentraciones de PM 2.5 de 89.5 a 58µg/m3 (UNEP, 2019).
Esto fue logrado mediante el lanzamiento a nivel ejecutivo nacional de las estrategias de control de la contaminación, la sanción de la Ley de Calidad del Aire, penalidades por incumplimiento, planes de saneamiento ambiental y las iniciativas a nivel local de la ciudad (Ídem, 2019). La experiencia de Beijing es uno de los casos más aplaudidos por la UNEP como ejemplo de desarrollo económico y contención de la contaminación ambiental.
Aunque ha realizado pasos hacia la mejora de la calidad ambiental, Beijing ha tenido en 2020 un nuevo respiro y mejora en la calidad del aire debido a un acontecimiento no programado como la pandemia (MEE, 2019; MEE, 2020). Al igual que el plan de cinco años de medidas de saneamiento y reversión de la contaminación, la pandemia provocada por el COVID-19 significó un alivio reciente a la contaminación de la ciudad y mejores índices de calidad del aire, no obstante, de acuerdo con la OMS dichos índices pueden revertirse una vez que se retome la actividad económica de manera regular.
La advertencia de la OMS con respecto a los efectos medioambientales del COVID-19 se basa en que estos son causales y esporádicos, y su posición coincide con los Objetivos de Desarrollo Sustentable que comprenden una interpretación integral de protección medioambiental y a largo plazo. En el caso de Beijing, se ha demostrado que los daños ambientales pueden revertirse mediante políticas poco flexibles. Si bien los índices alcanzados por la ciudad fueron favorables, durante los primeros meses del 2020 los niveles de contaminación fueron nuevamente reducidos, esta vez en un tiempo récord.
Dichas razones son las que han llevado a titular a la pandemia como una bendición disfrazada para el medio ambiente, ya que los índices favorables se revertirán una vez que se alteren las medidas de confinamiento. A pesar de esta situación, el COVID-19 ha reactualizado el tema medioambiental en la agenda internacional. Mediante la baja en la producción y circulación, noticias sobre la caída de la polución en las ciudades fueron frecuentemente repetidas. Esto ha dejado en evidencia la interrelación incuestionable entre crecimiento económico y contaminación.
El trabajo de organizaciones internacionales como la ONU será indispensable para la guía e implementación de políticas medioambientales sustentables y con efectos a largo plazo. Aunque la pandemia actual redujo los niveles de contaminación, la desactivación económica es un costo demasiado alto. Por lo cual, se estima que la reducción deberá ser llevada a cabo mediante planificaciones sustentables, no obstante el caso de saneamiento ambiental de la ciudad de Beijing es un recordatorio de que sí es posible sostener al crecimiento económico y tener mejores parámetros de calidad ambiental.
FUENTE: Politólogos al Whisky
RELEVAMIENTO Y EDICIÓN: Camila Elizabeth Hernández