Jorge Arguello es abogado y tiene una amplia trayectoria tanto en la política nacional como internacional. Inició sus primeros pasos en la Ciudad de Buenos Aires, fue diputado nacional y legislador porteño.
En 2003 volvió a la Cámara de Diputados de la Nación con el Frente para la Victoria donde presidió la Comisión de Relaciones Exteriores, y como tal organizó el Observatorio Parlamentario de la Cuestión Malvinas . En abril de 2007, fue nombrado por Néstor Kirchner como Representante Permanente de la Argentina ante las Naciones Unidas, en 2011 fue designado Embajador argentino en Estados Unidos y en 2012 fue trasladado a la sede diplomática nacional en Portugal.
Además, el dirigente justicialista escribió libros como "Diálogos de Europa" que aborda la crisis en ese continente y "¿Quién gobierna el mundo?" en el cual reflexiona sobre el rol del G20 en la disputa global. Actualmente se desempeña como Secretario para la Cuestión Malvinas del gobierno de Tierra del Fuego y presidente de la Fundación Embajada Abierta.
Arguello forma parte del diseño de la agenda internacional de Alberto Fernández y suena como posible Canciller si el Frente de Todos derrota al gobierno en las elecciones generales de octubre. En esta entrevista explicó de qué manera un eventual gobierno de Fernández debe insertarse al mundo y abordó temas que generan debate como la crisis en Venezuela, la relación que debe tenerse con Jair Bolsonaro y Donald Trump y el futuro del acuerdo Mercosur-Unión Europea.
¿Cuáles deberían ser las prioridades de la agenda internacional del próximo gobierno?
La incertidumbre que impera en el plano internacional demanda que la política exterior argentina del futuro surja de amplios consensos internos entre las distintas fuerzas políticas. Ello facilitaría una agenda que se sostenga a lo largo del tiempo, constituyéndose así una verdadera política de Estado. En el mundo actual de la globalización, una volatilidad de nuestras actitudes diplomáticas se vuelve aun menos deseable. Está claro que una menor solidez en nuestra vinculación con el mundo tiene consecuencias adversas para nuestros ciudadanos.
En virtud de lo anterior, una futura política exterior demanda la conjunción de una planificación integral y con horizontes de tiempo amplios; una consistente campaña por ampliar esferas de autonomía y menor dependencia; y aceitar los canales entre los distintos sectores del gobierno nacional por la naturaleza de los problemas del sistema internacional que cada vez vinculan sin distinciones lo doméstico con lo externo.
Dentro de las prioridades de agenda, se distinguen varias a nivel regional y global:
-Continuar con un regionalismo estable que robustezca la voz de América Latina frente a los otros bloques.
-Reafirmar nuestra apuesta por más y mejor multilateralismo como vía por excelencia para procesar los conflictos.
-Sopesar cuidadosamente nuestros vínculos tanto con Washington como con Beijing, sin movimientos excluyentes hacia cualquiera de las dos direcciones.
-Relanzar con ímpetu la proyección internacional de nuestras empresas, en nuestro vecindario y en otros continentes.
-Evitar las amenazas de una reprimarización de nuestra economía (es lo que está en juego en el acuerdo UE-Mercosur).
-Fortalecer una Política Nacional Antártica para consolidar una presencia bicontinental.
-Expresarnos con mensaje claro y firme en la disputa de soberanía sobre las Malvinas, sin concesiones estériles, justo ahora que el Reino Unido atraviesa una crisis política histórica.
¿Cómo se piensa la relación con Bolsonaro teniendo en cuenta el apoyo a Macri?
Brasil es extremadamente relevante para todo diseño de regionalismo. Contamos con décadas de avances que son muy importantes de defender. Ello no quita que con el triunfo de Bolsonaro en Brasil y otros cambios de signo político en la región, dicho legado de integración reconoce en ese giro ideológico un riesgo muy grande. Pudo constatarse en el cambio de la Unasur por el Prosur, lo cual por cierto promete pobres resultados.
No puede perderse de vista que nuestra relación con Brasilia debe ser siempre a largo plazo, manteniendo nuestros intereses estratégicos y dialogando nuestras diferencias. Dada la interdependencia económica con nuestro vecino, desaconsejaría dar pasos importantes con el mundo sin antes trabajar consensos básicos con Brasil. Más allá de cuestiones ideológicas de turno debemos tenernos en cuenta. Cada uno es parte de la ecuación del otro, y por lo tanto la coordinación no es opcional.
¿Qué relación hay que construir con EEUU?
Evitar una dependencia irrestricta con Washington, dada la experiencia histórica, debería ser una línea clara de Argentina. Pues, incluso cuando parece que rinde frutos -como se vio en el apoyo de Trump a nuestros acuerdos con el FMI- exige elevadas contraprestaciones que pueden vulnerar décadas de esfuerzo por manejar relaciones con tableros complejos, como el de Medio Oriente.
Asimismo, el actual talante unilateral e intolerante de Washington no se condice con los valores históricos de Argentina.
Sin embargo, lo anterior no le quita peso a Estados Unidos. Del mismo modo que es impensable una Argentina que niegue la distribución de poder en el mundo, es ingenuo todo análisis que se concentre únicamente en este factor. Existe una gran diferencia entre elaborar una plataforma de política exterior tomando en cuenta la relevancia de Washington y diseñar un plan atendiendo exclusivamente a ese vínculo.
¿Cómo evalúa el acuerdo Mercosur-UE?
Recordemos que el acuerdo, de ser ratificado por las partes, tendrá funcionamiento pleno recién hacia 2030. Las tensiones comerciales que dominan los portales de noticias a escala global hacen evidente, hoy más que nunca, que las diferencias entre firmar un acuerdo y firmar un buen acuerdo se esconden en los intersticios de los textos acordados.
Me parece que el gobierno ha cometido algunos errores en la firma de ese acuerdo político, como instrumentarlo bajo la lógica electoral y el excesivo optimismo sobre un supuesto salto hacia un desarrollo moderno, cuando en realidad deben calcularse cuidadosamente los efectos adversos inmediatos y tomarse todas las precauciones sobre posibles resultados inesperados.
Los cortos tiempos domésticos redundaron en la celeridad que todos conocemos. Comerciar más no implica siempre comerciar mejor. Sobre todo, en acuerdos a una escala tan grande y que involucran un amplio abanico de sectores. En el fondo, siempre subrayo que detrás de los cambios económicos habrá que poner atención a las importantes pujas distributivas que llegarán con la liberalización.
A modo de interpretación, hay que reflexionar acerca de las limitaciones de un acuerdo donde un bloque tiene gran crisis por haber suspendido a un miembro (Venezuela) y el otro tiene gran crisis por lidiar con uno por irse (Brexit).
¿Cuál es la mejor manera de abordar la crisis en Venezuela?
Lo primero y principal es que todo lo que pueda proponerse como solución en Venezuela no debe excluir el diálogo entre las partes en ese grave conflicto institucional. Lógicamente la situación despierta preocupaciones regionales, aunque es inadmisible siquiera sugerir una intervención militar como la que ya insinuó la Administración Trump. Salidas por imposición no harán sino alargar el horizonte de recuperación de la plenitud democrática, con respeto por los Derechos Humanos.
Inquieta el actual autoritarismo del gobierno venezolano, en particular respecto de la persecución de sus propios ciudadanos. Pero Argentina no puede seguir a ciegas ningún guión foráneo que estará inevitablemente cruzado con intereses ajenos a los de nuestra región, sea que hablemos de Washington, Moscú o Beijing. Las instituciones latinoamericanas, en sus distintas expresiones, son la mejor herramienta para seguir sosteniendo la noción compartida por los diferentes Estados vecinos de que la democracia es una condición para la estabilidad al interior de cada Estado y la paz entre nosotros.
¿Qué habría que continuar de la política exterior de Macri?
Ello nos vuelve a remitir a la lógica general que antes describía. En los últimos cuatro años hemos visto diagnósticos bastante rígidos y exclusivistas, los cuales empeoran la calidad de nuestra inserción. La apertura al mundo es importante en un contexto donde se diversifican los frentes de tensión y hay que maximizar oportunidades. Pero a la implementación de la apertura le falta un adjetivo: “inteligente”. Un curso de acción cerrado tuvo en consecuencia muy poca flexibilidad para tomar nota de los rápidos cambios globales. Argentina no puede seguir enviando señales a un mundo que no se corresponde con una realidad que ya no existe.
En particular alarma la cuestión Malvinas. El gobierno argentino actual reeditó la política de concesiones de los 90 a la espera de un gesto de buena voluntad que nunca se materializará. Una de nuestras principales brújulas debe ser siempre mantener firmeza con respecto a la cuestión. Y, ahora que el Reino Unido atraviesa su peor crisis institucional en décadas, la Argentina puede maximizar las posibilidades de un diálogo honesto y acuerdos que, como ocurre en la actualidad, no dejen de lado la cuestión de la soberanía, tal como lo reclama la comunidad internacional y la ONU.
FUENTE: 0223