El Tratado de Utrecht, por el que España cedió Gibraltar al Reino Unido, cumple hoy 300 años. En este tiempo, el estratégico enclave que une el Mediterráneo y el Atlántico continúa siendo foco de un tira y afloja de tensiones entre ambos países.
El artículo 10 de este Tratado, firmado el 13 de julio 1713 para poner fin a la Guerra de Sucesión española, recoge la cesión de la soberanía a la corona británica de Gibraltar, un pequeño enclave de 5,5 kilómetros cuadrados que, años antes, en 1704, había sido ya tomado por las armas por las fuerzas anglo-holandesas.
Allí encontraron un lugar inexpugnable para establecer sus guarniciones militares y hacerse con el control de un importante paso para las rutas comerciales marítimas, un punto al que la corona británica se negó a renunciar en aquel tratado y que, a día de hoy, en el que cuenta con una base naval militar, sigue conservando intacta su importancia geoestratégica.
En el mismo tratado España también cedió otros territorios, como Menorca, que en 1802 fue devuelta. No así Gibraltar que, en pleno siglo XXI, es la última colonia europea.
Para el alcalde de Algeciras y vicepresidente de la Comisión de Exteriores en el Congreso de los Diputados, el popular José Ignacio Landaluce, la situación colonial de Gibraltar "continúa siendo una anomalía histórica".
"Nuestro Gobierno no va a cejar en el empeño de recuperar Gibraltar y en esta lucha nos amparan los repetidos consejos de la Organización de las Naciones Unidas, encaminados a que los dos Estados soberanos, España y Reino Unido, únicos con poder de decisión, alcancen una solución al ya cansino y poco fructífero conflicto de Gibraltar", señala en declaraciones a Efe.
Ansias de expandirse por tierra, mar y aire
Para Landaluce el pequeño espacio "bajo piel de cordero" esconde "ilimitadas ansias de expandirse por tierra, mar y aire" y para ello utiliza una "continua actitud de victimismo" con la que ha conseguido que sus intereses hayan avanzado "mucho" a lo largo de los años.
Por su parte, Fabián Picardo, ministro principal de Gibraltar que desde su llegada al poder, hace año y medio, se ha encargado de repetir que jamás se entregará a España "ni un grano de arena, ni una gota de agua" del Peñón. "Los gibraltareños seguiremos trabajando duro para el bienestar de las futuras generaciones y para vivir en paz disfrutando de buenas relaciones con nuestros vecinos", asegura.
Ambos políticos ponen voz a las posiciones enfrentadas en un contencioso diplomático entre España y Gran Bretaña que se reactivó en 1940, cuando Franco inició sus reclamaciones que después, en 1969, le llevaron a decretar el cierre de la verja.
Un pequeño muro de Berlín
Este paso quedó así convertido en un "pequeño muro de Berlín" que separó a familias y vecinos hasta 1982, cuando el gobierno socialista de Felipe González ordenó abrirlo a los peatones y, dos años después, también a vehículos y mercancías.
La apertura hizo que volvieran a fluir las relaciones entre los habitantes de ambos lados de la verja, un paso que actualmente cruzan diariamente unos 7.000 españoles que trabajan en el Peñón y que sufren, con los gibraltareños y turistas, las colas de coches que se forman en la aduana cada vez que se reactiva algún episodio conflictivo.
El profesor de Derecho Internacional de la Universidad de Cádiz (UCA),Jesús Verdú, subraya que hoy la "normalidad" es la tónica en las relaciones entre los vecinos de ambos lados de la verja, aunque se vean inevitablemente salpicadas por "las sacudidas" de conflictos que, en su opinión, los políticos "azuzan" interesadamente.
Una población que no escatima esfuerzos en exhibir con orgullo su apego a la bandera británica y que hoy conmemora el tricentenario de la firma del Tratado de Utrecht, con un desfile con trajes de época, dentro de un programa en el que se ha editado un sello con la visible leyenda: "para siempre, sin excepción o impedimento alguno".
Es parte de las palabras del artículo 10 del tratado de Utrecht, que también incluye que España cedía el peñón "sin jurisdicción alguna territorial y sin comunicación alguna abierta con el país circunvecino por parte de tierra" y que establece que si "en algún tiempo a la Corona de la Gran Bretaña le pareciere conveniente dar, vender o enajenar, de cualquier modo" este territorio "se dará a la Corona de España la primera acción antes que a otros".
Control de las aguas: la gran disputa actual
A pesar de que el conflicto sobre la colonia británica abarca numerosos ámbitos, como el régimen fiscal de Gibraltar, la inclusión del espacio aéreo del Peñón en el cielo único europeo o el estatus de las selecciones deportivas gibraltareñas, uno de los puntos más controvertidos es el que se refiere al control de las aguas, que España no cedió en el Tratado de Utrecht.
Este asunto provocó en los últimos años un conflicto entre las autoridades del Peñón y los pescadores españoles, a los que se impidió faenar en la zona, lo que generó continuos enfrentamientos diplomáticos entre el Gobierno gibraltareño y el español.
Grandes desigualdades
Más allá del conflicto histórico, Gibraltar y España presentan diferencias y desigualdades que pueden ser decisivas a la hora de que los gibraltareños se mantengan firmes en su deseo de mantener su estatus. Gibraltar, con una población de algo menos de 30.000 personas, tiene una tasa de desempleo de en torno al 3%, muy por debajo de la de España (26,9%) y más aún de la de Andalucía, la comunidad española limítrofe (36,8%). Casi tan gráfico es el dato de la renta per cápita. La de Gibraltar es de 63.000 dólares, según datos del propio Gobierno de la colonia, mientras que la de España es de casi la mitad (unos 30.000 dólares). La diferencia es abismal con el PIB per cápita andaluz, que está en torno a los 21.000 dólares (datos del INE referidos a 2012).
RELEVAMIENTO Y EDICIÓN: Luciano Herrero