Un balance del estilo de la política exterior de Obama de cara a las elecciones. La tensión entre el discurso y el ejercicio del poder. El idealismo pragmático.
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Varias encuestas de opinión en los EEUU indican una contienda electoral bastante reñida en Noviembre. Mientras que el presidente Barack Obama lidera las preferencias del público en temas de política exterior, la lenta recuperación económica y el elevado desempleo –los temas que se presentan como más salientes en las elecciones– favorecen más a Romney. Aun así, en cuestiones de política exterior, los críticos de Obama plantean que ha fracasado en implementar las iniciativas transformadoras que prometió hace cuatro años. ¿Es realmente esto así?
Obama arribó al poder cuando tanto los EEUU como la economía mundial se encontraban en medio de la peor crisis financiera desde la Gran Depresión. En ese marco, algunos de sus asesores económicos le sugirieron que a menos que se tomasen medidas urgentes para estimular la economía existía una chance en tres de que se ingresase en una depresión a gran escala.
En consecuencia, a pesar de que Obama heredó dos guerras en marcha, amenazas de proliferación nuclear de parte de Irán y Corea del Norte, y el continuo problema de Al-Qaeda, sus primeros meses en el cargo fueron de plena dedicación a la atención de la crisis económica doméstica e internacional. Sus esfuerzos no fueron un completo éxito, pero se las arregló para evitar el peor desenlace.
La retórica de Obama durante la campaña de 2008 y los primeros meses de su presidencia, fueron inspiradores en estilo y transformadores en sus metas. Su primer año en el cargo incluyó el discurso de Praga en el cual planteó el objetivo de un mundo libre de armas nucleares; el discurso de El Cairo en el cual prometió un nuevo acercamiento al mundo musulmán; y su discurso del Premio Nobel de la Paz, en el cual prometió "torcer la historia en dirección de la justicia".
En parte, esta serie de discursos fueron tácticos. Obama necesitaba darle respuesta a su promesa de establecer un nuevo rumbo en política exterior mientras, al mismo tiempo, debía hacerle frente a los problemas que George W. Bush le dejó sin resolver, cualquiera de los cuales podía desatar una crisis en su presidencia si no fuesen afrontados debidamente. Sin embargo, no existen motivos para creer que Obama haya sido poco sincero sobre estos objetivos. Su visión del mundo fue moldeada por el hecho de haber pasado parte de su juventud en Indonesia y por tener un padre africano.
En palabras de un reciente libro publicado por Brookins Institution, Obama posee una "visión activa de su rol en la historia" intentando lograr una "restauración de la imagen de los EEUU en el mundo, especialmente en el mundo Musulmán; finalizar su involucramiento en dos guerras; ofrecerle una mano a Irán; restaurar las relaciones con Rusia como un paso adelante para librar al mundo de las armas nucleares; desarrollar una cooperación significativa con China tanto en asuntos regionales como globales; y lograr la paz en Medio Oriente". No obstante, su registro de logros en todos estos temas ha sido mixto.
"Aparentemente, circunstancias sin solución lo transformaron de un posible arquitecto de un nuevo orden global a un líder más enfocado en reparar relaciones y en reaccionar a las crisis, en especial la crisis financiera global" continúa el reporte. Y mientras ha eliminado a Osama Bin Laden y debilitado a Al-Qaeda, algunas de sus políticas anti terroristas terminaron minando su imagen en lugares como Medio Oriente o Pakistán.
Algunas de estas percepciones de vaso medio vacío son resultado de problemas sin solución; otros fueron producto se una ingenuidad inicial, tales como los enfoques de aproximación a Israel, China y Afganistán. Pero Obama tuvo rapidez para salir de esos errores de forma práctica. Como lo afirmó uno de sus partidarios, "él es un idealista pragmático".
En este sentido, a pesar de que Obama no se alejó de sus expresiones retóricas en relación a objetivos transformadores en relación a temas tales como el cambio climático o las armas nucleares, en la práctica su pragmatismo tuvo reminiscencias de otros presidentes tales como Dwight Eisenhower o George H. W. Bush. Su relativa inexperiencia en asuntos internacionales no impidió que mostrase destrezas similares para reaccionar ante una serie de complejos y desafiantes temas de política exterior. Esto quedó demostrado a partir de su nombramiento de asesores experimentados, un cuidado manejo de los temas y, por sobre todo, una perspicaz inteligencia contextual.
Esto no significa que Obama no haya tenido efectos transformadores. Él ha cambiado el rumbo de políticas impopulares en Irak y Afganistán; adoptó tácticas de contra insurgencia basadas en el uso menos costoso de herramientas militares y cibernéticas; incremento el uso del poder blando en muchas partes del mundo; y comenzó a cambiar el foco estratégico de EEUU hacia Asia, la región con crecimiento más veloz en la economía mundial.
Con respecto a Irán, Obama presionó para que la ONU apruebe sanciones y evite una guerra prematura. Y mientras las revoluciones de la Primavera Árabe se presentaron como una sorpresa inesperada, luego de cierta vacilación se posicionó en lo que él consideraba era estar del lado de la historia.
En un nuevo libro, "Confront and Conceal", David Sanger describe lo que él llama la "Doctrina Obama" (aunque critica al presidente por no comunicarla más claramente): una débil huella militar combinada con una disposición a utilizar la fuerza unilateralmente cuando los intereses de seguridad de los EEUU estuviesen directamente involucrados; dependencia de la situación existente para lidiar con los problemas globales que no amenacen directamente la seguridad de los EEUU; y un "balanceado distanciamiento del atolladero del Medio Oriente hacia el continente más prometedor en el futuro – Asia".
El contraste entre el asesinato de Bin Laden y la intervención en Libia sirve para ilustrar la doctrina Obama. En el primer caso, el presidente dirigió personalmente el uso unilateral de la fuerza, el cual implicó la realización de un raid sobre territorio pakistaní. En el segundo caso, donde los intereses internacionales no eran tan claros, esperó hasta que la Liga Árabe y las Naciones Unidas adoptaran las resoluciones que brindaran la legitimidad necesaria para asegurar la adecuada narrativa de poder blando y, posteriormente, compartir el liderazgo de una operación de poder duro con los aliados de la OTAN.
El efecto a largo plazo de la Doctrina Obama requerirá de más tiempo para ser evaluado, pero mientras se aproxima a las elecciones de noviembre, Obama parece tener una ventaja sobre su oponente en política exterior. Quizás no ha doblado el arco de la historia en la forma transformadora a la que aspiró durante su campaña de hace cuatro años, pero su giro hacia posiciones más pragmáticas puede haber sido algo bueno, en especial si los votantes continúan teniendo dudas sobre la economía.
(*) Ex Subsecretario de Defensa de EEUU. Director del Consejo de Seguridad Nacional de EEUU. Es profesor en Harvard y uno de los académicos de las Relaciones Internacionales más destacados del mundo.
FUENTE: The Project Syndicate