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La primera vuelta de las elecciones legislativas francesas confirmó este domingo el vuelco político apuntado en las presidenciales de hace un mes. Según los resultados oficiales, con el 100% del voto escrutado, el Partido Socialista de François Hollande y sus socios del Partido Radical de Izquierda (PRG) disfrutarán de una cómoda mayoría absoluta en la Asamblea Nacional tras obtener ayer el 34,5% de los votos, diez puntos más que hace cinco años.
La izquierda parlamentaria obtiene en conjunto el 46,64% de los votos (once puntos más que en la primera vuelta de 2007), mientras la conservadora Unión por un Movimiento Popular (UMP) y sus aliados (Nuevo Centro, Radicales y otros) reculan hasta el 34%. El Frente Nacional, ahora llamado Agrupación Azul Marine, se consolida como la tercera fuerza con el 13,6% de los sufragios (4,2% en 2007).
Los últimos sondeos dan la mayoría absoluta a la izquierda francesa
La abstención y la ley electoral frenan a la ultraderecha francesa
Las proyecciones de escaños atribuyen al PS y a sus aliados entre 275 y 329 diputados. La mayoría absoluta se sitúa en 289 escaños, la mitad más uno de los 577 asientos en juego. La UMP y sus socios obtendrían entre 227 y 266. Hace cinco años, el resultado final tras el segundo turno fue de 20 puntos a favor de los conservadores, que dominaban el 59% de la Asamblea Nacional.
Si el PS no llegara a los 289 diputados, cosa que parece improbable, le bastaría con el apoyo de los Verdes, que se mueven en un 5,4% y obtendrán entre 10 y 20 diputados, para tener el control de la Cámara de Diputados. En cualquier caso, Hollande no tendría que depender del Frente de Izquierda para gobernar.
La formación liderada por Jean-Luc Mélenchon, que engloba a los comunistas, rebajó de nuevo sus expectativas preelectorales y se queda en un 6,5% de los sufragios, lo que le augura de 12 a 19 escaños. Una de las noticias del día fue que su popular tribuno no será diputado: Mélenchon salió escaldado de su duelo con Marine Le Pen en Hénin-Beaumont (norte), quedando tercero con el 21,5% de los votos, menos del 12,5% de los inscritos necesarios para pasar a la segunda vuelta.
Con una abstención récord del 43% (tres puntos más que en 2007), los resultados parciales, que deben ser confirmados el próximo domingo, parecen vaticinar que Francia está a punto de dar un giro en toda regla y se dispone a vivir cinco años de hegemonía de la gauche, que será mayoritaria en las dos Cámaras, con el Elíseo recuperado tras 17 años de ausencia, el Senado bajo control desde 2011 y las alcaldías de muchas de las principales ciudades.
Dentro del buen resultado socialista, la sorpresa la dio el ministro de Asuntos Exteriores, Laurent Fabius, un histórico de los tiempos de François Mitterrand, que resultó elegido en la primera vuelta en Seine-Maritime (norte). Con él, el primer ministro, Jean-Marc Ayrault, y otros cuatro ministros del Gabinete ganaron su escaño anoche. En 2007, la derecha consiguió la elección directa de 108 diputados contra uno solo de los socialistas. Ayer, la música sonó distinta: 23 socialistas frente a 7 de la UMP.
La derrota clara de los conservadores y la proyección de escaños anuncian un futuro doloroso para el partido todavía presidido por Nicolas Sarkozy. La derecha no sale de la depresión de las presidenciales, y se deja en el camino al menos 12 puntos respecto a la primera vuelta de 2007, cuando obtuvo el 39,5% de los votos. La sangría podría llegar a ser de hasta un centenar de diputados.
Sin un líder claro tras la retirada de Sarkozy, desgastada por la crisis económica, por el avance de la ultraderecha y por una década de poder absoluto, la UMP solo limita los daños, de forma paradójica, gracias a la alta abstención, que perjudica mucho al Frente Nacional. Este se consolida como la tercera fuerza política, y con su 13,6% mejora más de tres veces el 4,29% alcanzado cinco años atrás, pero el sistema electoral le condena a la irrelevancia. Podría obtener entre cero y tres escaños, aunque logra forzar una treintena de triangulares con el PS y la UMP. El mayor éxito, momentáneo, fue el de su líder, Marine Le Pen, que se impuso claramente con el 42% de los sufragios en su feudo norteño.
La cita electoral dejó también la mala noticia de la práctica desaparición del mapa político del centrista MoDem, al que las proyecciones conceden un 1,7% del voto y un máximo de tres diputados.
Las proyecciones fueron saludadas por los socialistas como una confirmación de la voluntad de cambio expresada por los franceses en las presidenciales, mientras los conservadores vieron en el resultado una muestra de desconfianza en el proyecto de Hollande.
El mensaje de las urnas parece expresar claramente que mientras la Europa ultraconservadora zozobra, Francia lidera un cambio de tendencia de primer orden. Las legislativas de 2002 y 2007 otorgaron a la derecha las victorias más amplias en tres décadas. Hace diez años, los conservadores sumaron 394 escaños, mientras el Partido Socialista se hundía en la peor sima de su historia, con 141 diputados (frente a los 250 de 2007). Hace cinco años, la UMP de Sarkozy mostró de nuevo su pujanza con 314 diputados, mientras los socialistas arañaban 204. Ahora, la izquierda acaricia un resultado final opuesto al de hace un lustro, con más de 12 puntos de ventaja.
Una posible lectura es que Francia se ha convencido de que las políticas ultraliberales que han dominado Europa en los últimos tiempos no son la solución. Quizá el giro a la izquierda de uno de los países más conservadores del continente no revela el mismo entusiasmo de los años ochenta, pero el afable y tranquilo Hollande ha logrado con sus promesas lo que ningún otro socialista francés pudo hacer antes: controlar todos y cada uno de los resortes que mueven la política nacional.
Fuente: El País