Miércoles, 15 Enero 2014 15:10

Sudán del Sur y sus "Niños Perdidos"

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Phillip Madol es uno de los "niños perdidos" de Sudan del Sur Phillip Madol es uno de los "niños perdidos" de Sudan del Sur Ben Curtis/Associated Press

Los relatos que cuentan los llamados "niños perdidos" o Lost Boys, guardan enseñanzas sobre sobrevivencia, esperanza y convicción. Aquellos chicos que se encontraron envueltos en un conflicto tan ajeno, como propio, aprendieron a ser entre la guerra que enfrentó por décadas al actual estado de Sudán con la reciente nación independizada, Sudán del Sur.

Jacob Atem tenía tan solo 15 años cuando se unió a los miles de niños perdidos que buscaban volver a empezar. Formó parte del grupo que lograría un refugio en los Estados Unidos para luego convertirse en ciudadanos de dichos país. Eventualmente lograría obtener un máster en salud pública de la Universidad de Michigan y fundaría la Southern Sudan Health Care Organization en la ciudad de Maar, donde nació, y en el cual se atendían a más de 100 pacientes por día. Inclusive había logrado reconectarse con su hermana que aún vivía allí. Pero tan sólo unos días antes de reencontrarse con ella, el pasado diciembre, la violencia estalló.

El regreso de los "niños perdidos" a su país natal coincide con el nacimiento de la nueva nación, Sudán del Sur, con la esperanza de intentar re-comenzar.

Una vez más se encontró en el medio de severos enfrentamientos, escondiéndose detrás de los árboles para que los rebeldes no lo atacasen, esperando que algún avión de Naciones Unidas lo rescatase junto a sus compañeros de trabajo. "Tuve mucha suerte", dijo Atem, graduado de la Universidad del Estado de Michigan, luego de haber sido rescatado en la provincia de Bor, escenario de un conflicto que ya ha dejado como saldo miles de vidas y enormes daños materiales.

El regreso de los "niños perdidos" a su país natal coincide con el nacimiento de la nueva nación, Sudán del Sur, con la esperanza de intentar re-comenzar. Mientras que muchos de ellos son ciudadanos estadounidenses que sólo volvieron para participar del referéndum que se llevó a cabo en el año 2011 por medio del cual se decidió la separación definitiva de Sudán -luego del cruento conflicto que las enfrentó por décadas- , otros volvieron para colaborar en la formación de las futuras generaciones intentando construir una nación más próspera que no obligue a sus ciudadanos a huir.

Ahora, muchos de aquellos niños perdidos que ya habían tenido que escapar a razón del estallido de la violencia, se volvieron a hallar en la inexorable necesidad de tener que sobrevivir entre la guerra y el conflicto armado que vuelve a enfrentar a la sociedad. Perdidos, encontrados y nuevamente olvidados. Inclusive, muchos de ellos, están atrapados y sin posibilidad de huir, debiendo enfrentar la violencia que ha hecho temblar a la joven nación del Sudán del Sur en las recientes semanas.

La historia de un joven graduado de 32 años, Andrew Bith Abui, es recordada por su familia y amigos. Un genuino intelectual que añoraba profundamente volver a la nación africana para ayudar a re-construir un país que le otorgue otras opciones a las generaciones venideras. Pero, prontamente, estallaría la violencia en la localidad de Pariang, donde se encontraba. En cuestión de días su primo, Simon Nygok, recibiría una llamada que le informaría el asesinato de Abui. "Atacaron el pueblo y sobrepasaron la capacidad de la policía. El leit motif era matar a cualquier persona que perteneciese a otra tribu".

"No quiero volver a ver como otra generación de chicos atraviesan por la misma experiencia por la cual atravesamos mi generación y yo"

El 15 de diciembre del pasado año estalló un nuevo conflicto que, hasta el día de la fecha, arrasó con la vida de más de 1.000 personas; ha dejado un saldo de 200.000 personas internamente desplazadas; y ha generado un escenario plausible de convertirse en testigo de una nueva guerra civil. Una vieja disputa entre el actual Presidente, Salva Kiir, y su opositor, Riek Machar, se ha convertido en fuente de violencia, temor y confrontación entre los dos mayores grupos étnicos del Sudán del Sur: los Dinka y los Nuer. Se trata del enfrentamiento entre civiles. De individuos contra individuos.

Phillip Madol, un joven de 33 años, se encontraba viviendo en el estado de Michigan por 13 años cuando escuchó que su madre se encontraba enferma y decidió, sin vacilar, volver hace seis meses. Habiendo logrado escapar de una localidad cercana a Bor del ataque de fuerzas anti-gubernamentales y habiendo sido herido por las mismas, logra sobrevivir luego de cruzar el Nilo Blanco con otras miles de personas. "Nunca nadie pensó que esto sucedería", cuenta Madol, intentando respirar y secándose la transpiración. "Todos estábamos felices que habíamos logrado finalmente la independencia y teníamos la esperanza de que finalmente empezaríamos a vivir en paz. Ahora sólo guardamos leves signos de fe de poder volver a los Estados Unidos".

Joan Hecht, fundadora de la Alliance for the Lost Boys of Sudan en Jacksonville, y quien ha trabajado por décadas junto a Atem y Abui, relata su experiencia junto a estos niños perdidos. "Todos ellos transmitían solo fe, esperanza y fuerza. Motivados y verdaderamente convencidos de que todo había cambiado estaban decididos en volver y llenar, en nombre de sus familias, de orgullo y dignidad a esta pequeña nación". Y fue justamente ese impulso el que empujó a muchos de ellos a abandonar la comodidad de los EE.UU y regresar para ayudar a construir un futuro diferente.

Por su parte, Abrham Avolich, graduado de la Universidad de Vermont, es uno de los fundadores de la Fundación para el Desarrollo de Sudán, por medio de la cual se estableció una pequeña clínica medica para prestar asistencia a niños en la ciudad de Awerial. Hace tan solo unas semanas, logró huir de Sudán del Sur, nuevamente, y reencontrarse con su esposa e hija en Uganda. Sin embargo, decidió regresar a la capital, Juba, una vez más en pos de poder llevar los medicamentos necesarios para continuar atendiendo a aquellos heridos y afectados por el conflicto armado. "No quiero volver a ver como otra generación de chicos atraviesan por la misma experiencia por la cual atravesamos mi generación y yo. Nos sentimientos afortunados de haber sido acogidos en otro país y haber recibido una educación", cuenta Avolich, agregando "desde el momento de la independencia tuve el convencimiento de que era necesario regresar para re-construir y desarrollar este país".

Mientras que muchos de ellos lograron reencontrarse con sus familias y salir con vida luego de haber sido rescatados por las aeronaves de Naciones Unidas, muchos otros quedaron atrapados en el enfrentamiento violento entre dos grupos tribales, los Dinka y los Nuer, colocando a la sociedad civil nuevamente en una guerra sin fin. En palabras de Atem "se trata de una situación devastadora en la cual intentamos volver a aquél lugar del cual intentamos escapar para encontrarnos, una vez más, en la necesidad de tener que huir". Una vez más, intentar SER entre tanta imposibilidad.

 

(*) Pedriodista del New York Times

(**) Periodista freelance que trabaja para el New York Times, CNN y Voice of America

 

FUENTE: The New York Times

TRADUCCIÓN: Florencia Tinnirello, investigadora de la Fundación para la Integración Federal

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