El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, está ultimando los detalles sobre la revisión del funcionamiento y el alcance de las prácticas de vigilancia de la Agencia Nacional de Inteligencia (NSA), cuyas conclusiones dará a conocer el propio mandatario el próximo 17 de enero, tal y como ha confirmado este viernes la Casa Blanca. A lo largo de esta semana, Obama se ha embarcado en una sucesión de reuniones con los responsables de las agencias de Inteligencia del país, miembros de la Cámara de Representantes y del Senado y los asesores del comité de Privacidad y Libertades Civiles de la Presidencia, que este viernes culmina con un encuentro entre funcionarios de alto nivel y responsables de las principales empresas tecnológicas del país. El presidente pretende conocer sus opiniones de cara a consumar la reforma de los sistemas de espionaje estadounidense y acallar, así, los recelos y suspicacias a nivel nacional y, sobre todo, internacional, que han suscitado las filtraciones de Edward Snowden. En esa línea se enmarca la invitación a visitar Washington que el miércoles cursó Obama a su homóloga alemana, Angela Merkel, una de las principales damnificadas por el espionaje de la NSA a líderes mundiales.
Entre los cambios en el funcionamiento de la NSA que sopesa el presidente se da por hecho, que la agencia mantendrá sus programas de recopilación masiva de llamadas telefónicas, pero no la custodia ni el mantenimiento de esa base de metadatos, que pasará a estar controlada por una institución de la Administración independiente de los servicios de Inteligencia.
“Estos encuentros han servido para que el presidente pueda escuchar a los principales implicados en este asunto conforme nos acercamos al final de nuestra revisión”, constató este jueves la portavoz del Consejo Nacional de Seguridad, Caitlin Hayden. Varios medios de comunicación estadounidense aseguran que Obama podría anunciar los cambios en el funcionamiento de la NSA este mismo viernes o la próxima semana y apuntan a que el mandatario está tratando de encontrar un punto medio que satisfaga las demandas de mayor transparencia y contención en el alcance del espionaje, que proceden de la comunidad internacional y de los defensores de los derechos civiles, sin poner en peligro y, sobre todo, sin dejar en evidencia unas prácticas que los responsables de los servicios de Inteligencia estadounidenses -y él mismo al comienzo del escándalo de las filtraciones- han defendido como esenciales para garantizar la seguridad nacional.
El miércoles, Obama telefoneó a Merkel para interesarse por su estado de salud tras su caída practicando esquí de fondo. Durante la llamada, el presidente invitó a la canciller a la Casa Blanca en un intento más para recomponer las relaciones entre ambas potencias, resquebrajada tras la constatación, este verano, de que la NSA había intervenido el móvil personal de la dirigente alemana. En octubre, Merkel advirtió al presidente estadounidense de que el espionaje de la agencia podría llegar a provocar “una ruptura de la confianza” entre ambos aliados. Obama, de acuerdo con los medios de comunicación de este país, parece dispuesto a limitar la extensión de la vigilancia a los líderes mundiales, que tanto daño ha hecho a su propia credibilidad internacional y que ha puesto en jaque la agenda de política exterior de su segundo mandato.
Entre los cambios en el funcionamiento de la NSA que sopesa el presidente se da por hecho, según esos mismos medios, que la agencia mantendrá sus programas de recopilación masiva de llamadas telefónicas, pero no la custodia ni el mantenimiento de esa base de metadatos, que pasará a estar controlada por una institución de la Administración independiente de los servicios de Inteligencia o a una compañía tecnológica -lo que obligaría a las agencias de seguridad a obtener una autorización judicial para acceder a aquélla-. Obama también ha decidido reformar el funcionamiento del Tribunal de Supervisión de Inteligencia Extranjera, introduciendo la figura de un defensor civil, encargado de rebatir o fiscalizar los argumentos de la fiscalía ante los magistrados a la hora de solicitar las órdenes judiciales que autorizan las prácticas de la NSA. Las Casa Blanca también está revisando otros objetivos del espionaje de las agencias para calibrar si su importancia de cara a garantizar la seguridad nacional, hacen aconsejable que se mantengan por encima de los riesgos de que se hagan públicos.
Estas medidas se encontraban recogidas entre las 46 recomendaciones del informe que a finales de diciembre remitió a la Casa Blanca la comisión de expertos que Obama encargó constituir en agosto del año pasado para revisar el funcionamiento de la NSA. Muchas de las propuestas incluidas en el documento no han gustado a las principales agencias de Inteligencia de EE UU, tal y como este jueves constató el director del FBI, James Comey, quien estuvo presente en la reunión que el pasado martes mantuvo Obama en la Casa Blanca con los principales responsables de los servicios de espionaje y seguridad estadounidenses, entre ellos el director Nacional de Inteligencia, James Clapper, el de la CIA, John Brennan, y el de la NSA, el general Keith Alexander.
En ese encuentro, Obama prometió que las conclusiones que estaba ultimando se iban a centrar en la necesidad de avanzar y adaptar los servicios de vigilancia a las nuevas necesidades, de acuerdo con la Casa Blanca. 24 horas después, el presidente recibía en su residencia a un grupo bipartito de 16 miembros de la Cámara de Representantes y del Senado para “conocer el trabajo que en relación con las prácticas de espionaje ha realizado el Congreso en los últimos meses y solicitarles sus contribuciones a la revisión interna que está llevando a cabo la Administración”, explicó el jueves el portavoz de la presidencia, Jay Carney. Los políticos, entre los que se encontraban varias de las voces más críticas hacia las prácticas de la NSA, constataron la receptividad del presidente a sus consideraciones y le pidieron que limitara el alcance y el número de los programas de vigilancia de las agencias de Inteligencia del país.
Entre los propios miembros del Congreso, sin embargo, tampoco hay una postura unánime sobre cómo reformar y acotar los programas de vigilancia de la NSA. Mientras la responsable del Comité de Inteligencia del Senado, la demócrata, Dianne Feinstein, aboga por mantener intactas las prácticas y mecanismos de vigilancia de la agencia, pero aumentando los mecanismos de control judiciales y del poder Legislativo, su colega de partido y presidente del Comité de Asuntos Jurídicos de la cámara Alta, Patrick Leahy, encabeza una propuesta de Ley que propugna terminar con los programas de vigilancia masiva e indiscriminada autorizada bajo la sección 215 de la Ley Patriótica.
A este debate sobre la protección de la intimidad de los ciudadanos y la necesidad de garantizar la seguridad nacional, se sumó el jueves un informe de la Agencia de Inteligencia de Defensa que sostiene que las filtraciones de Snowden “tendrán consecuencias letales para nuestros soldados en misiones de combate”, ya que las revelaciones han ayudado a los grupos terroristas a conocer mejor la filosofía y el funcionamiento de los servicios de inteligencia, determinando un cambio en su forma de proceder.
Este viernes, altos funcionarios de la Administración recibirán en la Casa Blanca a responsables de las grandes empresas de Internet. Al encuentro no está previsto que asista Obama, quien ya recibió a sus consejeros delegados a finales de diciembre. Aunque esa reunión se convocó para debatir mejoras en el funcionamiento de la web del mercado de seguros sanitarios, todos los directivos instaron al presidente a que acelerara la puesta en marcha de la revisión del funcionamiento de la NSA, en una nueva muestra de cómo las filtraciones de Snowden no han parado de interponerse en la agenda política de Obama, desde que comenzaron a publicarse en junio de 2013.
RELEVAMIENTO Y EDICIÓN: Pedro Arrospidegaray
FUENTE: El Pais