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Domingo, 15 Junio 2025 11:35

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Cristina Fernández de Kirchner en el balcón de su departamento del barrio de Constitución Cristina Fernández de Kirchner en el balcón de su departamento del barrio de Constitución

Pueden venir cuantos quieran,
que serán tratados bien.
Los que estén en el camino,
bienvenidos al tren…

“Bienvenidos al tren” Sui Generis

La confirmación cortesana de la condena a Cristina Fernández de Kirchner abrió un escenario político impensado para sus verdugos judiciales, mediáticos y políticos. Desde el martes, la cúspide del poder menos republicano de los poderes, ayudó a parir un hecho histórico del que no existen mojones en la historia larga argentina, dejando una sola certeza en el camino: la incerteza de lo que pueda venir.

Las elucubraciones previas, las operaciones de baja estofa y los fundamentos del fallo emitido por el trío Rosatti – Rosenkrantz – Lorenzetti quedaron en un segundo plano a partir de la potencia política que volvió a mostrar la ex presidenta. No sólo a partir de lo que se conoció oficialmente a partir de las 16.18hs, sino que, en la previa, en reuniones con senadores y senadoras y en el diálogo con sus seguidores, Cristina mostró una entereza que refleja el tipo de liderazgo que representa, en términos de su persona y en el ágora. Un dato como al pasar: pudo verse en imágenes que, en la reunión con legisladores, mientras algunos se mostraban emocionados por lo que ya resultaba evidente, “la rea” al decir de sus odiadores mediáticos, discurría sobre la solución a algunos de los problemas cruciales que enfrenta el país.

La ex presidenta que, vale recordarlo, siempre se sometió a derecho, no sólo confirmó su centralidad, sino que además terminó convirtiéndose en una especie de ordenador de la política nacional, lo cual no representa necesariamente que el juego se jugará con las condiciones que ella imponga, sino que buena parte de ese entramado, orbita a su alrededor. Adversarios y enemigos incluidos.

De hecho, en lo que podría pensarse en la previa como una buena noticia para los intereses del mundo libertario, el devenir de los sucesos obligó a una mesura desconocida en el oficialismo. De alguna forma vuelve a cobrar sentido la pregunta que realizábamos siete días atrás en esta misma columna: ¿al gobierno le conviene o no la confirmación de la condena a la ex presidenta? Veamos algunas circunstancias.

  • Más allá la relativizada potencia de las redes (para esta ocasión), donde hubo celebraciones al mejor estilo violeta, y del mensaje de ocasión de Javier Milei en X, en términos institucionales, fue sólo el Jefe de Gabinete Guillermo Francos quien expresó alguna forma de análisis al respecto.
  • La marcha de los jubilados, otra vez, resultó más numerosa de lo habitual. En esta ocasión, acompañados por hombres y mujeres que planteaban la queja por la detención de Cristina, sucedió el hecho nuevo de que la represión terminó siendo más limitada que en otras ocasiones con manifestantes (más jóvenes y vitales), que no se dejaron amedrentar por las fuerzas de seguridad y en algún caso las obligaron a retroceder. Cuidado con agitar ciertos fantasmas que pueden volverse en contra.
  • El eje viró de una manera tan contraria al libertarismo, que perdieron visibilidad dos noticias que en otras circunstancias habrían sido motivo de celebración gubernamental: la inflación de mayo dio 1,5% y la visita de Milei a Israel. De hecho, los titulares mediáticos del viernes pusieron foco en la “novedad” de una renovada guerra en el Medio Oriente, con ataques iraníes a la otrora invulnerable Tel Aviv.
  • Como al pasar, no fue nada subliminal el título clarinesco que advertía sobre los límites del mileismo en la gestión a partir de los devenires de la causa $Libra que aquí y en el ámbito internacional se yergue como una especie de espada de Damocles sobre los hermanos Milei.

El fallo cortesano se movió entre dos tensiones. Una de ellas era lo que se esperaba: una condenada que pasaría rápidamente al olvido, con un golpe que deje grogui al peronismo y una lección al conjunto del sistema político recordándoles que con el Lawfare no se jode, dado que ciertas transformaciones que pretendan implementarse tienen vuelo corto. La señal es clara: sino actuás dentro de los límites que cierto poder impone, se arma una causa y terminás proscripto.

La segunda tensión refiere a lo que efectivamente sucedió. Cristina Fernández de Kirchner salió fortalecida al punto de que para sus enemigos, un sencillo balcón vuelve a ser un problema, al igual que la idea de una legítima prisión domiciliaria; casi sin querer surgió una militancia “hormiga”, que no dudó en poblar el barrio de Constitución pero que extendió su accionar a corte de calles, ingresos a CABA y a la toma de universidades y colegios como el Carlos Pellegrini y aparecieron una serie de reuniones de la dirigencia peronista y de izquierda mostrando fotos que hasta hace unos pocos días podían resultarnos impensadas.

Desde ese clima político en ebullición, que un par de semanas atrás referenciábamos que crecía desde el pie, todo está en discusión y de a poco, (muy de a poco, tampoco da celebraciones excesivas), pareciera cobrar forma la idea de pensar un movimiento nacional y popular que deje la discusión electoral de ocasión y tome un recorrido donde el eje político sea la dimensión más trascendente a la hora de la acción.

En esas circunstancias aparecen ideas de todo tipo. Una de ellas refería a la posibilidad de que el peronismo se abstuviera de participar del próximo turno electoral, dada la ilegitimidad de un bloque de poder que no se amilana frente a los derechos más elementales de cualquiera de nosotros. La detención del dirigente Juan Grabois por defender el Instituto Juan Domingo Perón y la del joven santafesino que realizó una pintada en contra de Horacio Rosatti, que recibió un allanamiento en su casa donde se encontró el libro Sinceramente y volantes utilizados en la militancia como toda prueba de su violencia, recuerdan a la oscuridad de la última dictadura cívico – militar.

Ante ese nuevo escenario, no dejó de llamar la atención el enojo reflejado en la rigidez de los rostros del conjunto de operadores mediáticos y de algún que otro (y otra) dirigente político que exigen condiciones de detención más severas para Cristina, ya que no puede ser que “una persona tres veces condenada por chorra, baile en un balcón como si nada hubiera ocurrido”. La ridiculez de ocasión se complementa con la puesta en agenda mediática de una serie de tecnicismos que refiere a la validez o no de una detención domiciliaria. El paroxismo comunicacional libertario llegará a extremos inconfesables cuando el día miércoles, rodeada de decenas de miles de ciudadanas y ciudadanos, Cristina se presente en Comodoro Py para cumplir con su detención, generándose un hecho político sin precedentes, otra vez, en la historia argentina.

Vale insistir con la idea de que nadie sabe muy bien del todo que puede suceder en los días, en las semanas y en los meses por venir. De todas formas, valen señalar cuatro ideas de aquello que seguramente resultará inevitable:

  • La justicia aparecerá cada vez más fuertemente cuestionada. El argumento de que fueron tres instancias judiciales que actuaron en la causa “Vialidad” como justificación de imparcialidad, queda fuertemente desacreditado cuando profundizamos las relaciones políticas, que lejos de cualquier idea de independencia y ecuanimidad, supieron construir los funcionarios judiciales actuantes con el ex presidente Mauricio Macri, vía actividades deportivas y con parte del poder que no se vota, a través de viajes turísticos a nuestra bella Patagonia andina.
  • Habrá que desechar ciertas pertenencias a un hipotético frente antifascista. El excesivo (y temerario) institucionalismo expresado por buena parte del radicalismo, dirigentes como Pablo Javkin y Maximiliano Pullaro incluidos, que celebraron con distintas formas el fallo cortesano, muestra la imposibilidad de ciertos encuentros entre un espacio como el peronismo que busca renovarse y un partido como la UCR que anda con la brújula rota.
  • La proscripción será un concepto más visible. Habrá mucho desarrollo al respecto, apareciendo en la discusión pública e incluso en el aporte que pueda realizarse desde ciertos saberes.
  • Libertad. ¿Qué libertad? Para el oficialismo, en los múltiples packaging que le dan sustento, el concepto puede terminar convirtiéndose, de manera definitiva, en una especie de contrasentido, que sólo quede sintetizado en los márgenes de la actividad económica que tanto gusta reivindicar pero que, a fuerza de violencia, detenciones amañadas y puestas en escena, termine hablando de una realidad que no existe.

El movimiento nacional y popular en general y el peronismo en particular, se enfrentan al riesgo de quedar diseminado en sus múltiples secciones que lo conforman, sin una conducción que le sirva de referencia. Recibido el golpe de la detención de su dirigente más importante, con el soporte de lo que reclama “la calle” parece haber reaccionado en un sentido de unidad que vaya más allá de la elección de turno. Con todos incluidos. Bienvenidos a bordo.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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